miércoles, 14 de agosto de 2019

María Salgado - A partir de una versión de Aunque es de noche. Sobre la transmisión. Publicado en Lírica, n. 5.




Su oído sabe el río dónde está
 porque sabe qué suena
y porque sabe que suena  aunque no vea y 

 porque es secreto adonde sabe que suena
aunque no vea y

 porque del secreto viene lo que atrae y
atrae lo que no viene aunque no vea
 atrae y hace atraer e

inevitablemente va a ir a hundir al rodear

 y aunque no vea ni se va a malear
 ni perderá o agotará

 y está tan lleno que rebalsa
 viveza en el mal y los cuerpos

 porque sabe la tan la fuerza tan tenaz y la
toda potencia de ir a ir a ir y

 aunque no vea viene de aquí
pero no va desde aquí sino que va
 desde un lugar más luego

 y en secreto se da adentro de lo que hace gastar

  y a ciegas vienen a exceder las que
porque por la noche viven
 saben sin ver

desea el deseo, es decir
aunque no vea
 lo ve

 saben que lo oyen
 saben que lo que oyen es lo que saben que oyen
 saben que lo que oyen es lo que saben que oyen porque saben que lo oyen
y porque saben que lo que oyen es lo que saben que oyen, lo escuchan de memoria
es decir, su oído sabe el río dónde está


Empecé a escribir el poemita anterior* en la primavera de 2017, después de oír la versión del “Aunque es de noche” de Enrique Morente hecha por Rosalía y Refree la noche del concierto de presentación de su álbum Los Ángeles en el Escorial. No recuerdo si la oí durante el directo o cuando, una vez ya en casa, encontré el vídeo de su concierto dos meses antes en San Sebastián. De aquella noche también recuerdo que me conmovió escuchar “La hija de Juan Simón” tras bastantes años sin oírla. La mía es una versioncita como esquemática o abstraída, heterogénea, de la letra de San Juan con que Rosalía y Morente moldearon las melodías de sus respectivas canciones, publicadas en 1983 y 2017, que hice como para poder pensar algunas cosas que me ocupaban a la vez que la escribía. Lo que hice fue, primero, resumir cada estrofa en un número menor de palabras, disfrutando de rimas que normalmente no uso, para terminar resumiendo todas ellas en una sola estrofa, en persona plural, que es la que doy como texto final: saben que lo oyen... Si una compara las dos versiones grabadas con la versión impresa del poema, ve que los dos cantantes siempre pronuncian “fuente” en vez de “fonte”, sin conservar las ocasiones en que San Juan usa “fonte” como modo de, según los filólogos, mantener el predominio de la o y de la e por zonas del poema y/o dialectizar hacia occidente y la poesía de cancionero galaico-portugués que estaba (en parte) calcando; yo elido ese sustantivo que nombra la cosa secreta para al final develarlo como “el río”, que nombra un agua menos originaria y de corriente más fuerte, como el deseo del que yo querría hablar. Lírica: un efecto de calcado, hibridación y cambio; Lírica: una cierta transmisión; Lírica / lyrics: una/s letra/s que se mueven por el tiempo a través de moldes melódicos que van cambiando en cada contexto que las va en alto diciendo, cantando, interpretando.
Del poema de Juan de la Cruz me gusta todo, como me gustan todos los suyos; pero cuando me reencontré con él en la primavera de 2017 sobre todo me fascinaron tres rasgos en los que no había reparado cuando lo leí en los cursos de Filología Española: que el poema de San Juan, es decir, el poema de un autor letrado, deriva, por un lado, del calcado de la estructura rítmica de un villancico castellano popular, cuyo último verso vuelve estribillo mediante la repetición al final de cada estrofa, como si fuera un cosante gallego, mientras transmuta la otra parte en dos endecasílabos, es decir, en formas métricas italianizantes que, en aquel momento, aún resultaban una innovación formal culta e importada, dando en un híbrido de formas arcaicas y nuevas que me parece toda una declaración de lo cualquier poema es; que San Juan lo había comenzado a componer, y acaso lo habría terminado, sin tinta ni papel ni más luz que la que entraba por una saetera alta en el recinto diminuto en el que lo encerraron en diciembre de 1578, es decir, digo yo, que lo escribió de memoria o sobre la lengua que guardaba en la memoria de su oído en ese cuerpo que pasaba penalidades de prisionero, casi completamente a oscuras; y que en la estrofa 10 cambia el “aunque” del estribillo, que es conjunción adversativa, por
un “porque”, conjunción causal que, a mi modo de ver, trae una sorpresa sonora y semántica muy fuerte, pues, por un lado, contrasta con la rutina sonora del poema entero, y por el otro, multiplica la paradoja de que las criaturas sepan, encuentren y hasta lleguen a hartarse de beber de una fuente que no se puede ver, precisamente porque no se puede ver. Esto es, que “aunque” y “porque” es “de noche”, ellas saben, ellas pueden, ellas van, ellas se mueven.
Ni Morente ni Rosalía conservaron el “porque”, probablemente por motivos musicales; yo construí mi versión intermedia a partir del mismo porque porque me cautivó ese punto de insistencia en la potencia inversa del obstáculo de la oscuridad, y por lo tanto, de la angustia, la incertidumbre, el miedo, que la “noche” representa. Son el poder del no poder, el saber del no saber y el movimiento liberatorio que propicia el no temer, las cualidades de la fe descrita por San Juan que a mí hoy, ya sin marco religioso ninguno para leerlas, más me resuenan con las del deseo que mueve, que transforma, que empodera los cuerpos de las que porque por la noche viven saben sin ver, de quienes saben que lo que oyen es lo que saben que oyen porque saben que lo oyen, y porque saben que lo que oyen es lo que saben que oyen lo encuentran en sus cuerpos cuando toda otra referencia falta; por más que se trate de una resemantización bien a contrafacta, profana y hedonista, made in siglo XXI sobre la mística made in siglo XVI, una reutilización salvaje de unas palabras antiguas para unos usos actuales. Aunque ¿no son los poemas más durables aquellos cuya interpretación queda siempre más contaminada por los efectos de significado que le van adhiriendo los contextos de lectura a sus partes más abiertas, que, aún así, siguen abiertas? Y ¿no podríamos pensar, precisamente a partir de la poesía de San Juan o de la de Santa Teresa, que los sistemas de metáforas unos en otros se troquelan (por ejemplo el del amor en un sentido erótico y el de la experiencia mística) unos en otros sujetados por sustantivos que como “noche” o “fuente” o “agua” se van transpapelando, recortando, y filtrando entre / textos / experiencias lectoras / experiencias vitales / entre siglos? Ya difícilmente podemos descifrar que la fuente de manantial original escondido y dos corrientes caudalosas metaforiza el misterio de la Santísima Trinidad, pero podemos muy bien captar que saber de su existencia da fuerza, gozo, dirección, intensidad. Lírica: un número de palabras reconocibles van transitando usos de época; Lírica: la tradición de una carga de sentidos para unos términos frecuentemente usados. Lírica: por ejemplo, el agua; la noche, por ejemplo.
Trabajé en este poemita para entender algunas cosas sobre el poema mismo, los significados de las palabras viejas, y como guía de una búsqueda. A veces, para pensar, reescribo. En la primavera de 2017 con Fran MM Cabeza de Vaca estábamos inventando un obra que tratara del deseo como motor de liberación, el desvío de la norma, la celebración que, por metonimia del momento en que suelen suceder y
desplegarse, se llaman “noche”. Queríamos hablar de la noche, pero queríamos conservar su secreto, el cual no se puede contar sin que deje existir. Con Fran no queríamos replicar ninguno de los estilemas ni reduplicar ninguno de los materiales sonoros sobre los que se conforman los usos y costumbres de las subculturas nocturnas que desde adolescentes habitamos, sino que conservara ese misterio, ese olvido de lo que por la mañana no existe más, esa potencia y esa impotencia que, por metonimia, se llaman “noche”, y los llevara hacia atrás, hacia el miedo de cuando de niñas nos da miedo la oscuridad, que no es la muerte, o sí es la muerte, pero es, sobre todo, ausencia de referencia, ausencia de contorno, ausencia de límite, ilimitación, infinito y, por lo tanto, posibilidad de que todo lo que está a la mano de la imaginación ahí mismo nos espere, tan cerca que pueda vencer nuestras capacidades físicas; y hacia mucho más atrás, hacia la noche sin raves, sin clubs, sin naves ni sótanos, sin cafés cantantes, sin salones, sin calles definidas ni asfaltadas, sin luz eléctrica, en los claros de las aldeas o en las casas, fandangos: fiestas del cándil: se canta y se baila hasta que alguien golpea la luz, la luz se va y los jóvenes aprovechan para poder tocarse aunque no vean; y más lejos aún, la noche de la que no tenemos grabación magnética pero sí que conservamos el magnetismo de unas letras que la -por dentro- moldeaban, poesía: lengua puesta a ritmo, ritmo: cuerpo puesto a lengua, sentido: un dibujo sobre una paralela (a los sentidos del cuerpo) y sobre una perpendicular (al contexto histórico) trazadas entre sujetos en una/s lengua/s. Queríamos hacer un audiotexto que, sin contar en qué consisten, contuviera las intensidades alegres y tristes, oscuras y claras, inciertas y ciertas, hiciera pasar el secreto de una noche inclusiva de cuerpos que, por ejemplo, por no ser ni haber sido jóvenes así como nosotrxs lo fuimos en los noventa y dosmiles de dos grandes ciudades de la península ibérica, no conocieron lo que es por ejemplo el techno, pero sí una fiesta de pueblo o de barrio o una boda popular o una celebración cualquiera con otros, un ritual del exceso que, por unas horas, borra los límites del tiempo abstracto del capital e instala otra temporalidad borrosa, plena, autónoma del orden, la norma y los deberes. Es por éste, entre otros motivos, que para la pieza central de la obra probamos a usar una selección léxica tan común y arcaica, tan aparentemente clara, como la que puedan conformar el agua y el río, el agua de río, un corzo, un rayo, como si se tratara (aproximadamente) de las piezas de unas letras de canción popular, de las letras de un poema antiguo, que cualquiera que sintiera ganas pudiera, al oír, no descifrar, sino reconocer en la memoria de su oído, sentir en la lengua de su cuerpo, tomar como palabra propia, recrearla para otrx, y así sigue, grabando en unas letras una sensación imposible de narrar.
Que San Juan escribiera de memoria sobre las frases de un villancico popular, para mí, muestra cualidades cuando menos problematizadoras de las ideas más comúnmente extendidas de originalidad, unicidad y genialidad. Muestra la imposible propiedad, la impropiedad de la
lengua; el trabajo de poeta como trabajo de condensación, carga y descarga de una selección de palabras a veces usual, a veces en absoluto usual, a veces algo así como la replicación de un sonido clásico (reletreado), a veces como la invención de un sonido (analírico) por venir. Hay una idea de la poesía como lengua abierta, no sólo en la parte de invención sino en la de transmisión, con la que leo a la vez a Gerturde Stein, Néstor Perlongher, Fred Moten, las cintas de cassette en las que tengo guardadas las voces de mi abuela y de mi bisabuela, las frases que oigo cuando desayuno en un bar, la Mala Rodríguez, las que escribe Juan de la Cruz en cautiverio y las que al regresar del entierro de su hija aparentemente dice Juan Simón en su canción, como partes de una lengua, re-versiones de poemas, remakes de sistemas de metáforas más o menos comunes o sofisticados, frases tomadas: frases calcadas: frases variadas: singularizadas, etc. Como si una poeta lo que finalmente hiciera no fuera sino hacer de punto de condensación, derivación, captura, armonización o desfase de un montón de corrientes de lengua/sonido. Lírica: transmisión en ondas por el agua de la lengua. La lengua se habla, la lengua se escribe, la lengua se reescribe, la lengua se oye, se escucha, se pierde, se gasta, se comparte, se gana. No se me ocurre mejor destino para la frase de una poeta que volverse lengua de otras, lengua en uso, y a la inversa, entre especies culturales. Como en bucle y en troquel. Que no se sepa, finalmente, no sólo de quién es esa frase, sino, finalmente, en el medio de las frases, quién es quién: si la intérprete, la autora, la lectora, la que oye, la que baila, la que se acuerda de la letra, la que se acuerda de quién era la letra o quién era ella misma cuando la escuchó por primera vez. Lírica: no te emocionas porque es tuyo sino porque no es tuyo y te suena: hace sonido lo que tú ibas a decir; Lírica: un yo es un oído; Lírica: un efecto de reconocimiento. Lírica: un constante traslado entre especies literarias, letradas, divinas, escritas, grabadas, memorizadas, de memoria, orales, musicales, iletradas, profanas, …
María Salgado Madrid, julio 2018
No incluyo citas bibliográficas en el texto, pero anoto por aquí algunos de los libros que leí o consulté para escribirlo: el Cántico espiritual y poesía completa de San Juan de la Cruz editado por Paola Elia y María Jesús Mancho; Juan de la Cruz. Silencio y creatividad de Rosa Rossi traducido por Juan Ramón Capella (Madrid: Trotta, 1996); San Juan de la Cruz y el problema de la experiencia mística de Jean Baruzi traducido por Carlos Ortega (Valladolid, Junta de Castilla y León, 1991); y el muy impresionante libro de Susan Stewart, Poetry and the fate of the senses (Chicago and London: The University of Chicago Press, 2002), que comienza con “In the darkness”, un capítulo dedicado a la oscuridad y las privaciones de la noche como el origen de la poiesis.

María Salgado