lunes, 13 de mayo de 2024

Giuseppe Ungaretti, El puerto sepultado

 

El puerto sepultado

Mariano, 29 de junio de 1916

 

Acá llega el poeta

y después vuelve a la luz con sus cantos

y los dispersa

 

De esta poesía

me queda

esa nada

de inexpresable secreto


De La Alegría.

Versión: D. B.

En memoria, Giuseppe Ungaretti

En memoria

Locvizza, 30 de septiembre de 1916

 

 

Se llamaba

Moammed Sceab

 

Descendiente

de emires de nómades

suicida

porque ya no tenía

Patria

 

Amó a Francia

y cambio de nombre

 

Fue Marcel

pero no era Francés

y ya no sabía vivir

en la tienda de los suyos

donde se escucha la cantinela

del Corán

degustando un café

 

 

Y no sabía

deshacer

el canto

de su abandono

 

Lo he acompañado

junto a la patrona del albergue

donde vivíamos

en París

del número 5 de la rue des Carmes

marchito callejón en descenso

 

Reposa

en el cementerio de Ivry

suburbio que parece

siempre

en un día

de una

descompuesta feria

 

Y tal vez sólo yo

sé todavía

que vivió

De La Alegría.
Versión: D. B.

Pueblo, de Giuseppe Ungaretti

 

Pueblo

 

Huyó la manada sola de las palmeras

y la luna

infinita sobre áridas noches

 

La noche más cerrada

lúgubre tortuga

oscila

 

Un color no dura

 

La perla ebria de la duda

ya bate la aurora y

a sus pies momentáneos

la braza

 

Pululan ya gritos

de un viento nuevo

 

Panales nacen en los montes

de perdidas fanfarrias

 

Vuelvan antiguos espejos

ustedes bordes celados de agua

 

Y

mientras ya cortantes

los retoños de la alta nieve bordean

la vista acostumbrada a mis viejos

en el claro calmo

se alinean las velas

 

O Patria toda época tuya

se ha despertado en mi sangre

 

Segura avanzas y cantas

sobre un mar hambriento

 

De La alegría.

Versión: D. B.


miércoles, 1 de mayo de 2024

Iris, de Eugenio Montale

 

Eugenio Montale

 

Iris

 

Cuando de pronto San Martín declina

sus brazas y las atiza en el fondo del sombrío

horno del Ontario,

chasquidos de piñas verdes entre las cenizas

y el humo de una infusión de amapolas

y el Rostro ensangrentado del sudario

que me separa de ti;

 

esto y poco más (si poco

es un signo tuyo, un guiño, en la lucha

que me empuja hacia un osario, hombros

en el muro, donde zafiros celestes

y palmeras y cigüeñas sobre una pata no cierran

la atroz vista el pobre

Nestoriano perdido);

 

es todo los que de ti llega del naufragio

de mis gentes, de las tuyas, ahora que un fuego

de hielo trae a la memoria el suelo

que es tuyo y que no viste; y otro rosario

no tengo entre los dedos; no otra llama

sino esta, de resina y de bayas

te ha arrollado.

 

 

***

 

Corazón de los otros no es parecido al tuyo,

el lince no se parece al bello gato atigrado

que acecha al colibrí en el laurel;

pero los sientes tus iguales si te aventuras

por fuera de la sombra del sicomoro

¿o es tal vez esa máscara en el paño blanco,

esa efigie de púrpura la que te ha guiado?

 

Porque tu obra (que de la Suya

es una forma) florece en otras luces

Iris del Canaan te disolviste

en ese nimbo de muérdago y acebo

que tu corazón conduce

en la noche del mundo, más allá del espejismo

de las flores del desierto, tus hermanas.

 

Si apareces, aquí vuelves a estar, bajo la pérgola

de las vides desnudas, junto al embarcadero

de nuestro río -y la balsa no regresa,

el sol de San Martín se destiñe, negro.

Pero si vuelves no eres tú, ha cambiado

tu historia terrena, no esperas

en el barco la proa,

 

no tienes miradas, ni ayer ni mañana

 

porque Su obra (que en la tuya

se transforma) debe ser continuada.


De La bufera e altro, 1956.


Trad: Diego Bentivegna


Iride


Quando di colpo San Martino smotta
le sue braci e le attizza in fondo al cupo
fornello dell’Ontario,
schiocchi di pigne verdi fra la cenere
o il fumo d’un infuso di papaveri
e il Volto insanguinato sul sudario
che mi divide da te;

questo e poco altro (se poco
è un tuo segno, un ammicco, nella lotta
che me sospinge in un ossario, spalle
al muro, dove zàffiri celesti
e palmizi e cicogne su una zampa non chiudono
l’atroce vista al povero
Nestoriano smarrito);

è quanto di te giunge dal naufragio
delle mie genti, delle tue, or che un fuoco
di gelo porta alla memoria il suolo
ch’è tuo e che non vedesti; e altro rosario
fra le dita non ho, non altra vampa
se non questa, di resina e di bacche,
t’ha investito.

*

Cuore d’altri non è simile al tuo,
la lince non somiglia al bel soriano
che apposta l’uccello mosca sull’alloro;
ma li credi tu eguali se t’avventuri
fuor dell’ombra del sicomoro
o è forse quella maschera sul drappo bianco,
quell’effigie di porpora che t’ha guidata?

Perché l’opera tua (che della Sua
è una forma) fiorisse in altre luci
Iri del Canaan ti dileguasti
in quel nimbo di vischi e pungitopi
che il tuo cuore conduce
nella notte nel mondo, oltre il miraggio
dei fiori del deserto, tuoi germani.

Se appari, qui mi riporti, sotto la pergola
di viti spoglie, accanto all’imbarcadero
del nostro fiume – e il burchio non torna indietro,
il sole di San Martino si stempera, nero.
Ma se ritorni non sei tu, è mutata
la tua storia terrena, non attendi
al traghetto la prua,
non hai sguardi, né ieri né domani;

perché l’opera Sua (che nella tua
si trasforma) dev’esser continuata.