sábado, 30 de abril de 2022

Varia Pasoliniana: Propósito de escribir una poesía titulada “Los primeros seis cantos del Purgatorio”

 

Pier Paolo Pasolini,

Propósito de escribir una poesía titulada “Los primeros seis cantos del Purgatorio”

 

 


 

Se volvió a presentar el Ángel del Falsete.

 

La Virgen es un hombre volador, como un chico de dieciocho años

que ignora todavía la autoridad militar.

 

Pasando, para la crónica, junto al Mar Rojo-

todo lo que sé

sigue, como decirlo, una inclinación

científicamente indeterminable.

Es una potencialidad desordenada; una tintura;

un mensaje privado.

 

La ecolalia sería por lo tanto su forma real

(dice el Ángel).

 

Y voy así hacia el balbuceo

-que contiene toda lengua-

Riendo.

 

La risa de María en el Mar Rojo,

y luego, allá, el escritorio asqueroso

 

Allá, entre papeles devaluados y despreciados

 

Todo lo que sé es identificarme

deshonestamente, con toma de posición,

 

en una ciencia de la luz

………………….

 

Bien, los tipos de luz son, en la práctica, tres:

luz llana, luz de corte, contraluz

 

se deba agregar que entre falsete y poesía didáctica

nos chocamos con Brecht:

que sin embargo, sobre el tema de la luz, yo diría que no sabe nada,

como sugiere el Ángel Mistificador,

el saber que se vuelve ontológico consistiría, por lo tanto,

en mi querido caso

en una experiencia de luz.

 

De ahí el motivo

 

por el que el arbitrario por su naturaleza suele plantar raíces

sobre lo experimentado. El parásito irreal

disfrutará, así, para confirmarse

-con sus nervios mal dispuestos-

de un terreno real.

 

En suma, la embarazada María parirá un hijo ya nacido.

 

De “poeta por encargo” a “poeta parásito”,

prolijo pájaro en simbiosis con el paquidermo divino…

 

(La perspectiva de mi “saber como ser”

es irreproducible en el exégeta

si no con la condición de ser heurística)

 

La certeza de ser es “la movida de la puta”

su afirmación como originalidad

es preconstitución de misterio, bluff…

 

Estoy cansado de ser honesto.

 

Ataúd, María.

 

¡Sé muy bien, sé muy bien,

que la honestidad, y su sonido,

me perseguirá de cerca

con el acento de la buena fe maldita!

La inclinación no inclinada de mi saber-ser

encontrará luego un eje cualquiera

a causa de mi oscura voluntad de ser claro.

 

De los primeros seis cantos del Purgatorio

sé por ahora solamente que tratan mucho sobre luz

(¡en mi memoria!)

 

Depositados mis huevos de parásito

en los lugares donde eso es más explícito,

los dilataré creciendo en sus tejidos como un cáncer:

y con eso seré fiel a mi educación literaria.

 

Sé también que en Dante la luz

es toda contraluz y de corte.

Si hay algún momento de luz “plana”,

ella es sin embargo rasante, con las “sombras largas”

(la cámara que filma

cargada al hombro en plena mañana,

es más, al alba,

para estar en lugar a las ocho,

con el fresquito, y en el cuerpo la alegría).

 

Las experiencias matutinas medievales

vuelven artificialmente

(si hay acaso alguna cosa artificial):

muchos son todavía los lugares del mundo

donde no hay palos de luz y peajes.

Donde canta Filomena, concentrada, ignorante,

colmada de su certeza.

Donde la brisa es olida por sabinos y leones.

 

Las horas en la que se alzan los que viajan cada día y los guerrilleros.

 

Hay también luz rasante a la noche,

con un profundo color de glicinas;

los toques de queda son virgilianos;

Filomena retoma el hilo del canto interrumpido

 

y las aguas, las melancólicas pendientes.

 

De estrellas, en este proyecto, se calla.

 

En Trasumanar e organizzar, Milán, Garzanti, 1971.

Versión: Diego Bentivegna

Varia Pasoliniana: "Topografía sentimental del Friul" (II)




 (Rosa). El camino estaba en silencio, las luces escasas, y algunos grupos de jovencitos volvían a San Vito. ¿Había terminado entonces el baile? Sí, efectivamente, y por intervención del párroco, como nos dijo una muchacha interpelada ansiosamente. Rosa se encontraba en una situación extraña: el aborto de la fiesta daba un aire todavía dominical al tristísimo lunes. Grupos de muchachas que cantaban, provocando a los jóvenes forasteros, como nosotros, caídos ahí desde los caseríos vecinos en bicicleta. En la plataforma desierta, invadida ya por la noche, se habían sentado los muchachos, que pisoteando el tablado, hacían retumbar todo el lugar de esa loca exaltación. Luego llegaron algunos jovencitos que entraron también en la plataforma y empezaron a cantar una canción obscena, una canción romañola que yo había aprendido de muchacho. Cantaban a los gritos pelados, invisibles; los muchachos, cuyo batifondo había sido interrumpido, comenzaron a rodear a aquellos impíos, y con no menor falta de piedad, aprendieron bien rápido el ritornelo, agregando la frescura de sus voces, culebritas de plata, a los tambores de los jóvenes borrachos. “Yo tengo una pistola cargada… cargada con bolitas de oro”. Mientras le decía a N: “¿No parece García Lorca?”, creía que me estaba cayendo, golpeado por las balitas de esa pistola afortunada: era la juventud, era la noche de un Friul de amor.

(...)


De “Topografía sentimental del Friuli”, publicado en Avanti cul Brun, Údine, 1948.

Trad: D. B.

viernes, 29 de abril de 2022

Varia Pasoliniana: "Topografía sentimental del Friul" (1948)

 Pier Paolo Pasolini

De “Topografía sentimental del Friul”, publicado en Avanti cul Brun, Údine, 1948.

 

 


(Villotta). Lo inesperado comenzó pasando las Toratis. Hay que decir que toda la gran llanura que se extiende entre el Tagliamento y el Livenza es el lugar de mi vida, y que en consecuencia tiene para mí el sentido de un dato elevado a la enésima potencia, cargado de memoria. La zona de esta llanura que tiene su centro en Casarsa y sobre cuyo perímetro se colocan Spilimbergo, Domains, Zoppola, Bannia, San Vito, Cordovado, Portogruaro y el Tagliamento, a esta altura se me presenta como carente de misterios geográficos; el misterio ha cambiado de dimensiones y asume la configuración de una tectónica sentimental. En los márgenes de esta zona vive un mundo… ¿Cómo llamarlo? ¿De qué manera definirlo? Es un pre-mundo, un purgatorio adormecido, un pasillo que conduce a aquellos lugares de Italia o de Europa que tienen para mí sólo una imagen convencional: lo verde o lo de color oscuro en el Atlas. Más allá de San Vito, en dirección a Pravisdomini y a Chions, cuyo descubrimiento yo postergaba desde hacia ya dos lustros, el campo presentaba esa mutación imperceptible, pero tan significativa, que hacia que me pareciera distinto, “otro” con respecto al que me es familiar. ¿Algo que ya era del litoral o de los pantanos, algo quizá demasiado silencioso o demasiado reciente, no flotaba acaso por sobre aquella llanura de verde esmeralda?  Con un asomo de terror, pensé en el boscaje prerománico o románico… Y como para dar cierta solidez y forma a ese terror, apareció ante mí justo en ese momento un rebaño amarillo e inmenso, con perro y asnos, y un pastor encapotado, recostado en el pasto. Ni un suspiro se elevaba de esa horda hambrienta, ni un sonido, ni un murmullo. El pastor me miró: fue la mirada que Cristo intercambia con Lázaro en el fresco de Giotto. Una mirada de silencios.

Qué estupor cuando llegué a Villotta. Es un pueblo fresco y nuevo, un pueblo de la California construido con el gusto cementerial de hace cincuenta años. Agucé el oído: allí se hablaba un dialecto que no era véneto, aunque tuviese la vena lanzada de éste: era la máscara fúnebre del friulano. Mientras tanto, yo miraba a mi alrededor, preguntándome si acaso no vería revolotear todavía, un poco cansada, la paloma del diluvio.


(...)

Trad: Diego Bentivegna