"si no hay perturbación, no corresponde que haya deseo de conservarse ni temor de perderse".
viernes, 18 de abril de 2014
Gabo (+2014) (de algunos poeas civiles)
El gobierno de la república popular socialista de
participa de,
el directorio de editorial sudamericana participa de,
el ex presidente de participa de,
la cámara mexicana del libro participa de,
la feria del libro de buenos aires participa de,
los representantes del banco ambrosiano-véneto participan de,
la academia de la lengua participa de,
fidel castro participa de,
obama participa de,
su santidad participa de,
angela merkel participa de,
las autoridades de participan de,
el comité permanente de homenaje a participa de
domingo, 6 de abril de 2014
Angel Faretta / Lontana III
a Diego Bentivegna
Soñé por años que viajaba hasta vos.
El sueño era inquietante, una pesadilla;
perdía el avión o me perdía
en un lugar desierto y en un páramo;
luego no era reconocido al llegar.
Mutaban los actores y partiquinos
cumpliendo diversos roles oníricos;
a veces hacían muecas y befas
al recién llegado que era yo.
Todo se fundía y encadenaba
en un palimpsesto de pesadilla;
luego no podía ni articular
una sola palabra. Prego, ciao.
Nada salía de mi boca y garganta;
me quedaba mudo, estulto,
me mareaba en ese desierto
de neblina que no podía ser Italia.
Todo salía mal. El visado.
¿Pero por qué visado? decía
ese yo de sueño y niebla.
Salía mal, me trababa, mudo,
carente de voz y de voto
a quien dirigirme. Fiumicino
era el Sahara con médanos
que caían a pique hacia un mar
furioso que no podía ser el mío.
¿Mío? Digo, el que fuiste a buscar
y que ahora no encontrabas.
Eran olas de escayola chocando
contra un farallón de cine.
El desierto se hacía una selva,
abigarrado bosque hiperbóreo.
No podía ser mi llanura y colina
Pero ¿eran esas tales las mías?
Donde estoy, me dije todavía
y creí, lo juro, decirlo en italiano.
¿Qué busco acá? ¿El vino, Dante
Capri, Horacio o el Campari?
Daba vueltas en la cama
y la cama era la nave
que me llevaba sobre las olas
de ese mar de escayola.
Sabía que dormía y sabía
que durmiendo estaba allá.
Al despertar no tenía una rosa;
solo un puñado de tierra
entre las manos.
La tierra olía a rosas.
Angel Faretta (Buenos Aires, 1953), inédito
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