viernes, 19 de diciembre de 2014

Antonio Gramsci | Escritos sobre el lenguaje por Ignacio Maldovan | en Orbis Tertius, 3, La Plata, 2014, nr. 20. En la colección “Pequeña biblioteca de teoría” dirigida por Daniel Link, Diego Bentivegna realiza en Escritos sobre el lenguaje una compilación de reflexiones y comentarios sobre la lengua, la filología y la lingüística realizados por Antonio Gramsci entre 1918 y 1935. Los textos compilados en este volumen están precedidos por un Estudio preliminar de Bentivegna, titulado “Un arcángel devastador: Gramsci, las lenguas, la hegemonía”, donde el autor nos introduce a los conflictos por la lengua desatados en Italia desde el siglo XIX hasta la primera mitad del siglo XX, y que fueron abordados por la Filosofía, la Filología y la Lingüística. A continuación nos presenta 19 textos de Antonio Gramsci ordenados cronológicamente y que comprenden: a) un artículo publicado en 1918 en el periódico socialista Il grido del popolo, cuyo título es “La lengua única y el esperanto”; b) cuatro cartas dirigidas a diferentes destinatarios y c) catorce reflexiones y fragmentos extraídos de sus Quaderni del carcere; todos estos textos acompañados por notas aclaratorias (y títulos tentativos para los fragmentos que no lo poseían)que permiten entender los actores y el contexto desde el cual escribe Gramsci. En su Estudio preliminar, Bentivegna presenta al Gramsci antes de ser completamente absorbido por las tareas que su compromiso político con el Partido Comunista. Por entonces, en la segunda década del siglo XX, Gramsci se estaba formando sustancialmente como lingüista bajo la tutela de Matteo Giulio Bartoli en la Universidad de Turín, gracias a una beca destinada a los estudiantes destacados de Cerdeña. Los tiempos eran promisorios, la dialectología era un área en continua expansión en una Europa donde todavía coexistían las rémoras de una época donde los límites nacionales y los idiomas todavía permanecían difusos (“un puchero de lenguas”) o estaban en proceso de formación. Incluso todavía existían zonas donde esta situación prevalecía, como en los vecinos Balcanes, que eran de gran interés para la disciplina. Por ello Gramsci se dedica a estudiar sánscrito con el profesor Italo Pizzi, de modo de prepararse para continuar sus estudios en Lingüística, disciplina en la que, intuía correctamente, abrevaban diferentes intereses. Su proyecto por aquellas fechas consistía en convertirse en un experto en temas de lingüística y ocupar eventualmente una cátedra en la materia. Gramsci se forma así en el marco “de una escuela lingüística focalizada en lo dialectológico y en la heterogeneidad lingüística y con un prestigio sólido en el ámbito académico internacional” que privilegiaba los contextos en que los conflictos de lenguas y de cultura se hacían manifiestos (18). En la tradición de Hugo Schuchardt y Benedetto Croce, Matteo Bartoli, quien esperaba en Gramsci un heredero, había construido una línea de pensamiento que se denominó neolingüística —y que luego sería rebautizada como “lingüística areal”— posicionada frente al positivismo del siglo XIX y su lógica evolucionista y a la neogramática (enmarcada en el incipiente estructuralismo) que concebía la lengua como pura inmanencia en términos de valor. Por el contrario, el foco de atención de Bartoli, y posteriormente el de Gramsci, se centraría en el problema del cambio lingüístico desde una perspectiva eminentemente histórico cultural entendiendo los fenómenos lingüísticos como objetos históricos. Había, pues, una concepción política del lenguaje. La lengua —aquello aceptado como el idioma común ya sea de forma natural o impuesta— es el producto de una elaboración histórica que logra estabilidad sin que por ello pueda escapar a la situación de permanecer en tensión con otras formas; en última instancia, cada lengua en su estadio dominante es comprendida en términos de una construcción hegemónica, un fenómeno abierto enconstante dinámica con los cambios históricos y sociales. Bentivegna establece tres líneas que atraviesan las reflexiones sobre el lenguaje de Gramsci. La primera de ellas corresponde al problema de la lengua visto desde un punto de vista histórico y político. En este sentido, Gramsci considera que la cuestión de la lengua siempre es un aspecto de la lucha política, y que debe estudiarse como tal. Cuando Gramsci considera la cuestión de la lengua en De Vulgari Eloquentia de Dante, señala que debe ser considerado como un acto de política cultural-nacional de su época. La segunda línea corresponde a la disputa en torno a la construcción del canon nacional italiano —donde veremos varias veces la aparición de la cuestión sobre el toscano, la Commedia y el caso Manzoni y La questione della lingua—, donde través de su crítica se posiciona frente a la gran maquinaria glotopolítica reactualizada e impulsada por el Estado fascista de la mano del filólogo Giulio Bertoni, a quien Gramsci sitúa del lado del “purismo de Estado”. Y finalmente, la tercera línea señalada por Bentivegna es la que corresponde a la traducción como una práctica cultural y política: de hecho, se subraya en el libro que Gramsci dedicará parte de su tiempo en la cárcel a una traducción incompleta de Die Sprachstämme des Erdkreises de Franz Nikolaus Finck. Bentivegna nos muestra que si bien Gramsci no desconoce que las naciones se dirigen hacia lenguas unitarias, cree que la situación óptima es la de su formación un modo natural. Gramsci si bien defiende una lengua no común, no por ello entiende para ésta que no hay “en la historia, en la vida social, nada en que sea fijo, rígido, definitivo. Y no lo habrá jamás” (57). Así, comprendiendo su tiempo no deja de detectar los factores determinantes en la propagación de una determinada variedad de una lengua, como la escuela, los diarios, los escritores cultos y populares, el teatro y el cine sonoro, la radio, las reuniones públicas de todo género, la conversación entre los diferentes estratos de la población y los dialectos locales. Sin embargo, Gramsci sostiene que “se obtendrá una lengua unitariasólo si ello es una necesidad” (115). Por otro lado, Gramsci considera a la gramática normativa como un acto político. Respecto de la cuestión de la norma Gramsci entiende que si bienes necesaria, lo es sólo a condición de que sea el producto del conjunto de interacciones que “involucran no sólo al Estado, sino al conjunto de lo social” (45). Gramsci, a diferencia de Benedetto Croce, cree en el aprendizaje de una lengua “normativizada” en comparación al aprendizaje necesario de los oficios en una nueva era industrial. Asimismo, los textos expuestos en este volumen demuestran que Gramsci continúa la tradición de Croce cuando este plantea la discusión entre la verdad proveniente de la lengua y su diferenciación necesaria de las proposiciones lógicas. Despojar a la lógica del lenguaje: “la gramática no es ni necesita ser lógica”: La gramática es “histórica”, es un “documento histórico”, es la “fotografía” de una fase determinada de un lenguaje nacional, colectivo, formado históricamente y en continuo desarrollo (111). A través de unarelectura continua del ensayo de Croce Questa tabola rotonda è quadrata (1905), y apoyándose en Karl Vossler, propone que la gramática no necesariamente debe involucrar un “contenido de verdad”, sino una mera valencia empírica como “complejo de abstracción y de arbitrios, útiles para la memoria” pero determinados culturalmente. La postura de Croce así como la de Gramsci implica por un lado una negación de la gramática como construcción lógica pero sí idiosincrática, entendida así como un mero elemento del orden de lo práctico, que admite una existencia por fuera del orden estrictamente filosófico. De allí deriva su preocupación por la cuestión de “la lengua universal” encarnada en su época por el esperanto. Al contrario de lo que postulaban las utopías universalistas, Gramsci vuelve a refugiarse en Croce cuando sostiene que el lenguaje es en su realidad espontáneo y variable, “es el hombre que habla, en el acto en que habla”. Gramsci ataca al esperanto desde una perspectiva historizante y política: “El purismo es una forma lingüística endurecida y mecanizada, y por lo tanto la mentalidad del purista es similar a la del esperantista” (29). Sostiene que del hecho de no comprender la historicidad de los lenguajes y en consecuencia “de las filosofías, de las ideologías y de las opiniones científicas se deriva de la tendencia, que es propia de todas las formas de pensamiento de construirse a sí mismas como un esperanto o volapuk de la filosofía y de la ciencia” (98). El “neolalismo”, como él lo define, es la creación de nuevas lenguas —puras, sin contaminación— para superar los problemas de las antiguas creyendo que seránmás precisas y “libres de error” pero que, sin embargo, estarían condenadas al fracaso. La expresión verbal, sostenía Gramsci, tiene un carácter estrictamente nacional, popular, cultural: “una poesía de Goethe, en el original, puede ser comprendida y vivida completamente sólo por un alemán [...]. Dante sólo puede ser entendido y revisado por un italiano culto, etc. Mientras que una estatua de Miguel Ángel, un fragmento musical de Verdi, un ballet ruso, un cuadro de Rafael, etc., pueden serentendidos casi inmediatamente por cualquier ciudadano del mundo” (88). Queda expuesto en los textos presentados en este volumen la oposición de Gramsci a la teoría de Trombetti sobre la monogénesis, o partogénesis,del lenguaje, momento en el que el autor se embarca en una discusión de carácter estrictamente filológico, lo que revela su interés en la materia en calidad de especialista que pretende demostrar queel método puramente etimológico es erróneo para la comparación y establecimiento de parentesco entre las lenguas. Un último aspecto a resaltar son las reflexiones sobre las metáforas que Bentivegna apuntala en el pensamiento de Gramsci. Al igual que el Wittgenstein de la segunda época, la metáfora para Gramsci no es una figura aleatoria sino que constituyeel rasgo definitorio detodo lenguaje. Así, el lenguaje según Gramsci “puede serpensado como un proceso continuo de metáforas, que se encadenan con usos metafóricos anteriores y quese proyectan hacia desarrollos imposibles de anticipar en términos absolutos” (48). Tomando por interlocutor a Michel Brèal, Gramsci sostiene que “el lenguaje es siempre metafórico, se puede afirmar que el lenguaje actual es metafórico con respecto a los significados o al contenido ideológico que tuvieron las palabras en los anteriores períodos de una cultura “¿Es posible quitar al lenguaje sus significados metafóricos y extensivos? Es imposible. El Lenguaje se transforma con la transformación de toda la cultura” (96-97). La compilación de textos de Gramsci así como el Estudio preliminarde Diego Bentivegna presentados en Escritos sobre el lenguaje realiza un importante aporte para aquellos que quieran profundizar en el pensamiento de Antonio Gramsci, vivificado en las últimas décadas por las lecturas de R. Williams, E. Laclau y C. Mouffe. Como destacaBentivegna, el valor de las reflexiones sobre el lenguaje de Gramsci reside en quelas mismas constituyen uno de los centros de su pensamiento. Es, por un lado, la zona de una disputa activa con otras corrientes teóricas y políticas de su época; por otro, ubica estas discusiones y cuestionamientos lingüísticos en un proyecto político de renovación para la sociedad y la cultura italiana en función de los intereses de las clases populares para crear una cultura nacional popular. El criterio de edición del presente volumen responde a una discusión abierta en las últimas décadas y a la que realiza un valioso aporte. Valioso como traducción y compilación de las reflexiones de Gramsci en torno al lenguaje y a la lingüística, así como por el estudio preliminar de Diego Bentivegna, quien realiza un trabajo de exégesis imprescindible. Constituye un material útil y de intervención para el campo de los estudios sobre glotopolítica y para comprender a Antonio Gramsci como uno de los precursores de la corriente en auge que estudia las ideologías lingüísticas.