viernes, 30 de agosto de 2024

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 Tengo entendido que los Mitre provenían de alguna de las posesiones en Grecia de la República de Venecia. Como Castelli, que provenía de parte paterna de una familia de la isla de Corfú, también una posesión histórica de Venecia. De ahí tal vez la afinidad que Mitre, a diferencia de muchos otros hombres de su generación, sintió siempre por la cultura italiana y su relación estrecha con las comunidades italianas en la Argentina (y en Uruguay, claro).

Esto me lleva a Ugo Foscolo, uno de los poetas que siento más cercanos y del que me atreví a traducir, hace unos años, Los sepulcros, su mayor poema y uno de los pilares de la literatura italiana del siglo XIX. Ahí, dice De Sanctis en su Historia de la literatura italiana, empieza a cocinarse la literatura moderna en lengua italiana: en los Sepulcros, en los poemas de Leopardi y, en la prosa, en Manzoni. Pues bien, Foscolo había nacido en la isla de Zante, también griega pero posesión, por entonces, de la República de Venecia, y ese estar entre Italia y Grecia es donde se define su escritura. Si vieron Shoah, el monumento de Lanzmann dedicado a la memoria del exterminio de los judìos durante la guerra, recordarán que en un momento aparece un sobreviviente justamente de una de las islas griegas, creo que de Corfú: un sobreviviente de Auschwitz que cuando narra su testimonio lo hace en lengua veneciana. Es la memoria en el lenguaje de esos cruces entre Italia y Grecia: es la lengua de la memoria que aflora.
Savinio y De Chirico, hermanos, había nacido en Atenas, donde vivieron varios años de su infancia. Eran hijos de un ingeniero, de una aristocrática familia de Palermo, en Sicilia (esa otra Grecia) que se había instalado en Atenas para trabajar en el tendido de la redes ferriovarias.
Rubén Darío escribe en una de sus crónicas "Siracusa, en Grecia". Por supuesto, sabía perfectamente que Siracusa se encuentra en Sicilia, en el que entonces, principios del siglo XX, era el Reino de Italia. Pero anota así, Siracusa, en Grecia, porque escribe desde otro lugar, escribe desde la memoria.
Troìna, el pueblo en el que nació mi padre (dentro de poco se cumplirá un año de su muerte, Dios mío), era un lugar en el que la mayor parte de la población habló en griego hasta el siglo XIII. Cuando los normandos la ocuparon, derrotando a los árabes, el pueblo, como muchos de los de la zona, hablaba griego y practicaba el cristianismo oriental. De hecho, la ciudad fue sede de un famoso monasterios de monjes de la orden de San Basilio, que produjo manuscritos en lengua griega hasta muchos siglos más tarde.
Sorrento, de donde vienen mis mayores maternos, también fue poblada por griegos. Allí fundaron un templo dedicado a las sirenas, al parecer, el único dedicado a esos seres acuáticos en todo el mundo griego. "Graziella", la novela de Lamartine del siglo XIX, transcurre en gran parte en la Marina Grande, el barrio de pescadores de Sorrento en el que vivían mis abuelos. En el relato, el narrador aclara que los pobladores del barrio eran de origen griego. Por algún motivo, necesita sostener eso en la ficción.