Rodeándolos de fiebre, sembrando el miedo a muchas millas a la redonda, el tiempo ha defendido para nosotros de la muerte el milagro de su fuerza. Esa que vemos crecer, dominar, hacerse árida, terrible, inhumana, y volverse pura a medida que nos acercamos.
Ahora que estamos cerca, sucede que una bandada de cuervos emprende el vuelo desde el templo de Poseidón; y en cuanto está en el aire, un primer cuervo lanza su graznido; los demás responden repitiendo ese grito una y otra vez. De nuevo el corifeo rasga el aire: esta vez las grajas son dos, de un tono notablemente más alto; y el coro repite los versos, acelerando el ritmo. Después, en una confusión de chillidos, desaparecen.... Puede que sea porque han anidado allí durante tantas generaciones, puede que sea casualidad, puede que sea la naturaleza de estos pájaros sombríos, pero la métrica de su canto es la del templo.
No se lo describiré. Sólo diré que, en el frente, el tímpano y las columnas dóricas nos muestran un travertino como vidrio inflamado: en el corazón de la piedra arde la luz que no consume, y brilla su sagrada indiferencia. A los lados, en cambio, está la trágica sensación de la decadencia: columnas vaciadas por largos años con los laberintos de la putrefacción; y parecen setas oxidadas, e incluso momias despojadas de sus envoltorios. Y así, dando vueltas a su alrededor, el hombre alcanza el último límite de la idea de su nada, en presencia de un arte que con su justa medida lo aplasta. Los otros dos templos, de color más apagado, de un trabajo más grácil y menos religioso, parecen, al no tener más que las columnas del perímetro en pie, viejas jaulas arrojadas allí.
(...)
Este campo pronto verá volver sus célebres rosas; Pero el cielo tiene ahora algunas rosas, y esta noche su brevedad es fulmínea.
Mirabar celerem fugitiva aetate rapinam;
Et, dum nascuntur, consenuisse rosas.
¡Oh, las cosas seductoras pasan, y la medida, que, sin piedad, las hace parecer mudables, es, en ese templo, de una impasibilidad escalofriante!
Venga del número o venga del sueño, ¿la belleza puede no ser horrenda?
Todo lo otro que nos conmueve, no vendrá sino de la melancolía.
Giuseppe Ungaretti, "La rosa di Pesto", fechado en Salerno el 14 de mayo de 1932.
Versión: D. B.