jueves, 3 de julio de 2025

Tanatocracias

 Mis dos abuelos vivieron la primera guerra mundial como soldados, ambos muy jóvenes, apenas adolescentes, enrolados en una matanza que no comprendían, que los excedía. Nunca escuché ningún relato heroico acerca de esa guerra. Al contrario, lo que primaba, siempre, en las narraciones era la búsqueda de algo simple y primitivo, profundamente vital: la supervivencia.

Mi padre, siendo también muy chico, un niño, fue testigo de la guerra en su país, con la destrucción y la muerte que pasaron por la puerta de su casa (y que se llevó a sus tíos y a sus primos bajo las bombas norteamericanas). Vio a los solados alemanes, ya hambrientos y moralmente derrotados, enrocados en lo alto del pueblo, como en otros siglos lo habían hecho los bizantinos, los árabes o los normandos. Vio a los soldados italianos, sus compatriotas, arrastrados a una guerra vergonzosa y vergonzante.
En la escuela, escuchamos el relato de cómo las hermanas y la madre de uno de los curas habían sido asesinadas por los rusos cuando entraron a Alemania. Se habían resistido a ser violadas.
La bisabuela de mi hijo era sobreviviente de Auschwitz.
No creo en los héroes de guerra.
No creo en sus medallas.
Me repugnan los desfiles ante los tanatócratas, sean Trump o Putin.
Mi madre, también muy joven, escuchó el paso de los aviones que iban a ametrallar Plaza de Mayo en el 55. Vivía en Libertad y Sarmiento y escuchaba, abrazada a sus padres y a sus hermanos, cómo los aviones de la marina pasaban en vuelo rasante sobre su casa. Escuchaba la metralla.
Yo, siendo muy chico, sentí el temor a la guerra y a las bombas sobre nosotros, en el 82, cuando nos hacían practicar evacuaciones en la escuela por Malvinas. A veces nos hacían desfilar. Teníamos juguetes bélicos: soldaditos, tanques de plástico, metrallas.
Nos persiguen las sombras, las sombras terribles.
La guerra es un monstruo, como un eco de la canción de Gieco. O mejor: era un monstruo. Pensaba eso. Ahora pienso que ese monstruo asume nuevos rostros: es ante todo una máquina, asesina, truculenta, profundamente sádica, que funciona por sí misma y que, tarde o temprano, nos fagocitará a todos.
24.06.25


Las alarmas del Dr.

 Los efectos de la I A (horror síglico) en la escritura ensayística son devastadores. Ni hablemos de la escritura académica, ya arrasada por otros medios (la adecuación a la norma, el juicio "ciego" de pares inescrupulosos, los "abstracts" -ay, en inglés- la indexación, las normas APA). Cualquiera puede ver el estrago, me parece. Incluso se nota un degrado notable en muchos posteos en esta red, con la huella de la IA. Prefiero no adecuarme, realmente, y desaparecer de manera sostenida.

26.06.25

La bestia tanática

 "Hemos hecho como en Hiroshima y en Nagasaki", dice el señor presidente de la potencia del Norte, chapoteando más en el pantano de odio y destrucción del que surgió y que está extendiendo a toda la tierra. Dentro de poco, escucharemos seguramente las apologías de Treblinka o de Kolyma.

Se despierta un Leviatán ebrio, presuntuoso, violento; se alza la Bestia tanática, primordial, profundamente homicida.
27.06.25



De la Cárcova

 No conocía la Escuela de Bellas Artes que lleva el nombre de Ernesto de la Cárcova, hoy parte de la UNA. En Costanera Sur, muy cerca de las fuentes de las Nereidas de Lola Mora, a pasos del barrio Rodrigo Bueno.

Fuimos esta tarde a la inauguración de una muestra de María Guerrieri y Paula Castro. Además de reencontrarnos después de mucho tiempo con varias caras amigas, disfrutamos muchísimo del lugar, que me pareció uno de los más agradables de esta ciudad. Nica encontró además el carro del señor Invierno, con su manivela para producir copos de nieve, una pieza fundamental de las historias de la Bebé Alberta, en las que nos internamos todas las noches antes de dormir. Hermoso espacio. Muy lindas piezas para recorrer la historia del arte. Y una huerta deliciosa. Nos prometimos vovler, bajo un clima más amable.



Nevadas

 No puedo rememorar la primera vez que vi la nieve. La vi, pero no la recuerdo.

Fue en julio del 73. Yo tenía cuatro meses (soy del 8 de marzo). Fue en nuestra casa familiar en Córdoba, en el Valle de Calamuchita, en la casa que hicieron mis padres, la casa en la barranca, tierra de infancia y de ese recuerdo inmemorable.
Mi madre debe tener la foto en la que estoy yo, bebé, y ella dándome un beso, con un muñeco de nieve en el capot del Fiat verde que en ese época teníamos.
Sí, mi madre debe tener esa foto.
Foto: nevada en la localidad de La Cruz, un lugar que visitábamos todos los años para disfrutar de su agua. Los pastelitos que vendían en el balneario eran un delirio!

29.06.25



Napolitanas

 Ayer mi mamá, jóvenes 88 años, me mandó esta foto por correo de F. Es una toma de 1976 de la casa en que vivió Giácomo Leopardi sus últimos días en Nápoles, Vico del Pero, 2, no lejos del Museo Arqueológico Nacional.

"Como vos siempre lo nombrás...", me dijo.
Gracias, ma.



Venecianas

 Venecia. Vuelven de pronto a mi cabeza las mañanas de frío mientras cruzaba caminando los canales para llegar a horario a las clases de Severino, en la otra punta, casi sobre el canal de la GIudecca. Vuelven de pronto los gritos de los vendedores de pescados o el din don de las las campanas, esas campanas de las que hablaba Luigi Nono, un sonido que casi podía tocarse en la caja de resonancia de la laguna. Había un fragmento de un documental sobre Nono en el que el compositor habla de la resonancia de esos sonidos. Un documental que vi una noche de Navidad, a las tres de la mañana, de regreso a mi casa después de los festejos, en una noche de calor y de resaca. Esa misma semana fui a Towers Records, una gloria, en Cabildo y Juramento, donde pasábamos horas, y conseguí la cajita con los dos cds de Prometeo.

Esas campanas de las que hablaba Nono son las que vuelven todo el tiempo, cuando las escuchamos con Nica a la distancia, en Youtube. Tragedia de la escucha, como en el Prometeo montado por él y por Cacciari.
¿Se puede volver a esos lugares?
La vulgaridad de haber transformado a Venecia en una versión degradada de Miami o de Las Vegas -esos lugares que son las mecas del consumismo argentino- con los modelos de riqueza y de aparente belleza: todo muy grotesco, todo muy desagradable, todo muy primitivo. No en vano una figura como Messi, el equivalente de la IA en el fútbol, termina sus días en esas ciudades mortuorias, chapoteando en el plástico y en los plasmas. Es una vulgaridad que no debería leerse sino en relación con el exterminio programático (Gaza), la política de la agresión y de la muerte y los discursos el odio. Como decía Gramsci, hay que insistir en la conexión de los problemas. Tal vez hoy más que nunca.
30.06.25



Aniversario

 En ocasión de un aniversario de la muerte de Perón:

Lo dije mil veces y lo repito: si hay alguien que entendió que la tradición argentina es el conjunto de la cultura occidental ese alguien fue Perón. Antes, lo había hecho Lugones (a quien Borges, no en vano, llamaba "nuestro Quevedo", y esto en los 20: no sólo denostaba algunos de sus poemas -no todos-, sino que lo reconocía como la figura máxima de las letras argentinas: Quevedo para Borges era lo más alto) de la mano de Rubén Darío.
Con respecto a Perón y su modos de entrar y salir de una tradición que conocía muy bien (lector de Tácito, pero sobre todo de Plutarco), basta leer sus discursos y sus escritos. Cuando Borges creía hacer antiperonismo, lo que hacía en realidad -sin proponérselo, como pasa siempre- era describir de la manera más eficaz el modo en que operaba Perón. De un modo que, según creo, ningún autor peronista llegó a definir con tal precisión.
He dicho.
1.06.25