jueves, 24 de enero de 2008

El fin de la representación - pulsión: no hay posibilidad de estar presente en la propia fragmentación

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La crítica fundamental que Catherine Malabou le hace a Freud es que, frente a cosas como éstas, él cede a la tentación del significado: no está dispuesto a aceptar la capacidad directa de los shocks externos para destruir la psiquis de la víctima (o, por lo menos, para herirla de modo irrecuperble) sin individualizar una resonancia en un trauma psíquico pre-existente. Evidentemente, sería obsceno correlacionar, por ejemplo, la devastación psíquica del "musulmán" (el "muerto viviente" del lager nazi) a su masoquismo, a la pulsión de muerte o a un sentido de culpa: un "musulmán" (o la víctima de un estrupro múltiple, o de torturas brutales) no está devastado por ansias inconscientes, sino directamente por un shock externo, "sin significado", que no puede de ningún modo intregrarse desde el punto de vista hermenéutico.

Para el cerebro herido, "no hay posibilidad de estar presente en la propia fragmentación o en la propia herida. Contrariamente a lo que sucede con la castración, no hay representación, no hay fenómeno, no hay ejemplo de separación que permita consentir a los sujetos anticipar, esperar, fantasear sobre aquello que es una lesión de las conexiones cerebrales. No es posible siquiera soñarlo. No hay una escena para esa Cosa que no es una Cosa. El cerebro no anticipa de ningún modo la eventualidad de los propios daños. Cuando estos se verifican, es otro sí mismo el que es golpeado, un "nuevo" sí que se funda en un reconocimiento errado".

Slavoj Zizek, artículo sobre el nuevo libro de C. Malabou, publicado en la edición del 23 de enero de Il manifesto.