domingo, 25 de noviembre de 2007

Enseñar / aprender (Gianfranco Contini)

Y usted ¿prefiere aprender o enseñar? ¿Cómo se fueron integrando en su experiencia estos dos modos de ser?

Ah, no se pueden separar. Se aprende enseñando. Naturalmente, cada uno puede también aprender leyendo por su cuenta, en su fuero íntimo... pero el verdadero aprendizaje se hace enseñando. Por ejemplo, he aprendido la gramática de las lenguas romances porque la he enseñado por años... con alguna evolución, naturalmente.


Diligenza e voluttà. Ludovica Ripa di Meana interroga Gianfranco Contini, Milano, Mondadori, 1989, pag. 146

domingo, 18 de noviembre de 2007

¿Qué era ser de izquierda(s)?


"Todos militaban en la izquierda. Y yo también. Pero ¿qué izquierda era la mía? ¿Unos muchachos bravucones que presumían por los bares con la pistola al cinto? ¿Unos falangistas de la vieja guardia, que criticaban a Franco e incluso le consideraban un traidor, pero que, llegado el momento de la verdad, de una real confrontación, nunca se alinearían en el bando de los estudiantes y de los obreros? ¿Las mujeres de la Sección Femenina, algunas estupendas, la parte sin duda más honesta del "movimiento", que seguían obstinadas en que debía empezarse por la revolución moral y el resto nos sería dado por añadidura? ¿Qué partido de izquierdas iba a estar dispuesto a colaborar con nosotros? (...)".

El texto completo de E. Tusquets en la edición cotidiana de El país.

sábado, 3 de noviembre de 2007

Y nos regíamos por las estrellas del otro polo


Ya salió nuestra nota y traducción de Vespucio. Aquí va un fragmento particularmente jugoso de la carta del intrincado florentino:


"Y el séptimo día volvimos a tierra y hallamos que habían traído con ellos a sus mujeres; y cuando saltamos a tierra, los hombres de la tierra enviaron muchas de sus mujeres a hablar con nosotros, por lo que, viendo que estaban seguros, decidimos enviarle un hombre de los nuestros, que fue un joven que se hacía mucho el gallardo. Y nosotros, para que estén seguros, entramos en los barcos, y él se fue con las mujeres; y no bien llego a ellas, le hicieron un gran círculo alrededor; tocándolo y mirándolo se maravillaban. Y estando en esto, vimos venir una mujer desde el monte que traía consigo un gran palo en su mano, y cuando llego donde estaba nuestro cristiano, se le puso por detrás y, alzando el bastón, le dio un gran golpe que lo dejó muerto en el suelo; y enseguida las otras mujeres lo tomaron por los pies y lo arrastraron hacia el monte, y los hombres saltaron hacia la playa, y con sus arcos empezaron a arrojar flechas; y provocaron tal pavor en nuestra gente, que había aparecido en los bancos de arena que había en la costa, que a causa de las muchas flechas que caían sobre los barcos nadie se afanaba en tomar las armas. También les disparamos cuatro tiros de bombarda, que no acertaron, pero que, a causa del estruendo, provocaron la huida de todos hacia el monte, donde ya estaban las mujeres destrozando al cristiano; y en un gran fuego que habían preparado lo estaban asando a nuestra vista, mostrándonos muchos trozos y comiéndoselos, mientras los hombres hacían señas, y con sus gestos daban a entender que habían matado a los otros dos cristianos y se los habían comido. Lo que nos produjo un gran pesar, viendo con nuestros ojos lo cruelmente que se comportaban con el muerto; para todos nosotros fue una injuria intolerable, y teniendo el propósito más de cuarenta de nosotros de saltar a tierra y vengar tan cruda muerte y acto bestial e inhumano, el capitán mayor no lo quiso consentir. Y así quedaron satisfechos de tamaña injuria y nosotros zarpamos con mala voluntad y con gran vergüenza por causa de nuestra capitán."

El texto completo de la carta de Vespucio, en la última edición de cartas.org.ar