sábado, 30 de octubre de 2010

Lo trágico y lo celebratorio


Lo primero fueron unos gritos que llegaban como una masa sólida, como un rumor o como el ruido de una máquina; después, recién, el auto negro y las motos con las bandreras argenitnas.
Ayer vimos a pasar él cajón de Néstor por Libertador. Lo corrimos entre gritos una cuadra pero el auto iba muy rápido y se perdió en seguido como un punto negro en el asfalto.
Las exequias de Néstor fueron épicas, maquínicas, en la serie de las grandes despedidas del siglo XX. Las de Alfonsín, en cambio, me parecieron del siglo XIX, exequias epidícticas (recordemos, uno de los géneros de la retórica griega, el género, justamente, de los discursos fúnebres), con sus palabras hinchadas y su ir en andas, Cobos a la cabeza, hasta la Recoleta. Se estaba despidiendo definitivamente a un anciano que había muerto, a una momia política. En las exequias de Néstor no hubo discursos, sino un diálogo con Ella, como si estuviéramos, me comenta un amigo, ante una representación trágica de Estado, a un resurgimiento de los coros, con su violencia dionisíaca apenas contenida, a una resurrección de las enunciaciones colectivas, del escenario agónico.

viernes, 29 de octubre de 2010

¿Por qué fui?

Mi historia, digamos
mi cultura (no la universidad, digo,
mi cultura familiar
-hoy le mandé un mensaje a mi mamá
desde la plaza,
yo escuché mil veces de ella
el entierro de Eva,
el bombardeo del 55,
ellos encerrados en las piezas
que escuchan pasar los aviones y la metralla
- las cuentos de mi padre,
las bombas sobre el paese en la guerra,
la abuela cuyo llanto por los muertos se escuchaba a tres kilómetros,
los cuerpos santos que se encuentran sin quererlo en la espesura-)
la represión del 76,
su amor -vuelvo a mamá- por ella
absoluto, , sin aditamentos.

Algo ancestral, diría, me lleva hasta la plaza.

"Que de esta plaza no salga un sólo gesto de rencor, sino de dignidad; que no salga un gesto de odio, pongamos la otra mejilla." Nestor Kirchner (1950 - 2010).

jueves, 7 de octubre de 2010

La palabra transfigurada, por Daniel Link

Es tan sabia y tan valiente como intervención crítica Castellani crítico. Ensayo sobre la guerra discursiva y la palabra transfigurada (Buenos Aires, Cabiria, 2010) de Diego Bentivegna que uno sólo podría reprocharle su brevedad (y a su autor, un cierto apresuramiento por publicar el libro).El punto de partida de Bentivegna es situar a Castellani, quien hasta ahora ha funcionado sólo como una referencia bibliográfica (y no la más transitada) en el archivo del género policial argentino como un teórico de la lectura (entendida en todas sus implicaciones prácticas: la crítica, la pedagogía, la interpretación de los textos sagrados, etc...).Al hacerlo, Bentivegna recusa (implícitamente) las corrientes hegemónicas de la crítica académica, cuya miopía le ha impedido situar la producción de Castellani en el lugar que le corresponde. Naturalmente, una restitución semejante sólo puede hacerse desde una posición que combine, al mismo tiempo, la infatigable curiosidad del archivista, la erudición del clasicista y el desprejuicio del outsider: por fortuna, Bentivegna ha dado ya pruebas fehacientes de todas esas propiedades, que en su Castellani crítico brillan con inusual potencia.Castellani, en la perspectiva de Bentivegna, se coloca a igual distancia del elitismo (¿gnóstico?) de Borges y de las máquinas modernas de Arlt y Bioy Casares (tal y como Sarlo las presentara) y, de hecho, sin la noción de "palabra transfigurada" de quien dedicó su extraordinaria capacidad intelectual, entre otras cosas, a la traducción del Apocalipsis de Juan de Patmos y a los arrebatos nacionalistas, señala Bentivegna, el panorama cultural de la modernidad argentina está incompleto.Junto con su (deliciosa, profunda, meditada) monografía sobre la obra crítica de Castellani, Bentivegna ofrece una cronología de una obra desdeñada desde hace mucho tiempo y una selección de fragmentos de las lecturas de Castellani, donde el lector encontrará un modo de relación con los problemas de la literatura, la pedagogía de la lectura, la intervención intelectual que, ciertamente, prueban la originalidad de Castellani y, sobre todo, la perspicacia de Bentivegna, que abre la puerta a un mundo entero de problemas respecto de los cuales no se puede permanecer indiferente.Bentivegna lee en Castellani una posición que relaciona (con delicada sabiduría) con Dante, con Pasolini (autores que ama precisamente por eso) en lo que éstos tienen de fundamental en el sostenimiento de una "utopía de la heteroglosia". La hipótesis es fundamental para evaluar el peculiar nacionalismo de Castellani pero, sobre todo, para enfrentar todas las fantasías concentracionarias del monolingüismo y el discurso único, respecto de los cuales nos sentimos hoy tan acorralados.Católico, Castellani no puede sino sostener los universales pero en su religio, como nos ha recordado Agamben, tal vez provenga antes del relegare que del religare: no se trata de regilar en formas más o menos plenas de relación a los universales, sino de relegar todo reduccionismo abstracto: en esa tensión (oye Bentivegna en Castellani) se sostienen las formas de vida.
Daniel Link