viernes, 28 de julio de 2023

Un poema de Juan Rodolfo WIlcock: "El lago de Ginebra"

 "

Este poema la encontré por ahí. No sé dónde lo escribí, ni cuándo.

Se titula “El lago de Ginebra”, Lac Leman.

Sé pues de qué habla. Efectivamente, allí, sobre el lago, sobre la montaña, hay un cementerio donde está la tumba de mi abuelo, y luego están los bosques en donde estuve y donde pensé e imaginé algunas cosas. Pero realmente el poema no la escribí allí, y ni siquiera la escribí en Italia. Por ciertas referencias me doy cuenta de que no la escribí en Italia. Y no sé cuándo..

 

Allá, sobre la colina está la lápida de mi abuelo,

un ciprés ha cubierto la leyenda;

se llamaba Rodolfo Romegialli,

y ese ciprés tiene mi edad.

abajo, en cambio, está el lago de agua sin sal

donde mi abuela nadaba de muchacha

recostada y bella como ahora su esqueleto;
se llamaba María Morguenegg.

 

También yo en el bosque ríspido de abetos

a mitad de camino entre el lago y el cementerio

soy otro más joven, americano

que ha vuelto a los lugares de los orígenes,

Libre todavía y sano. No es posible

que yo haya sido él, parece imposible.

 

¿Qué somnífero he tomado, que enfermedad?

Y ahora me despierto en un mundo de idiotas

que intentan preparar el tosco adviento

 de un Rey Sol marxista y de su corte.

En la espera, hacen un ruido que ensordece.

 

Y yo, que en ese bosque los habría quitado

del medio con una mano como a las hojas secas

si tan sólo los hubiera imaginado,

me encuentro ahora en esta tierra estéril

con una piara de cerdos malignos en torno,

malignos, repugnantes, fantasmales.

 

¿Hice mal, abuelos, en volver a Europa?

Me impulsaba una especie de amor:

vine, bebí el amor, perdí sentidos,

Pero cuando este amor se desgaste,

podré ser yo también esqueleto en el bosque

que separa el cementerio del lago."





De Un' ora con Wilcock. Rai, 1973.


Versión: Diego Bentivegna

 

lunes, 17 de julio de 2023

Diego Di Vincenzo, sobre El pozo y la pirámide

 

𝗘𝗹 𝗽𝗼𝘇𝗼 𝘆 𝗹𝗮 𝗽𝗶𝗿á𝗺𝗶𝗱𝗲, 𝗱𝗲 𝗗𝗶𝗲𝗴𝗼 𝗕𝗲𝗻𝘁𝗶𝘃𝗲𝗴𝗻𝗮:
𝗨𝗻 𝗽á𝗷𝗮𝗿𝗼 𝗱𝗲 𝗮𝘇ú𝗰𝗮𝗿 𝗲𝗻 𝗹𝗮 𝗯𝗼𝗰𝗮
Estoy leyendo con interés y perplejidad, algo extraviado y con raptos muy entrañables (seguro porque sea un libro en el que hay ojos y oídos --propios y prestados-- del que marcha y se arroba, y si hay algo que aprendimos, juntos y separados, a lo largo de tantos años de amigos, en la escuela y en los campamentos, es a caminar, a salir en busca de señales y sentidos) El pozo y la pirámide, de Diego Bentivegna (Audisea, 2022).
Un diamantito de libro, rarísimo; casi un cofre, o mejor, una vasija, una urnita de pedacitos americanos, que son sobre todo, pedacitos patagónicos, ranquelinos, araucanos, tehuelches; alemanes, italianos, griegos, judíos… en mil registros: el de la crónica, el del diario de viajes, el de la poesía, el de los eruditos europeos del siglo xvii, en castellano, italiano, lengua poya...
Los profesores de literaturas americanas, los profesores de lenguas clásicas que enseñan mitos, los profesores de teoría literaria o etnografía tienen acá un experimento muy potente para amenizar discusiones.
Felicitaciones
y felicidades a Diego.
¡Que le disfruten!
Saqué dos poemitas, que son fragmentos de poemas.
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Antes todavía, al llegar el invierno
los pueblos dejaban por un tiempo sus tierras
de montaña. Migraban –leíamos en el jesuita Falkner antes
de venir hasta la Pampa–
hacia las zonas bajas, cercanas a la costa,
al lado del mar. Miraban el océano en silencio,
como se mira caer de pronto el mundo en un barranco.
Leemos en los cronistas
que los antiguos eran grandes caminantes.
Eso, en otro tiempo.
Eso, antes de que llegaran los caballos.
Eso, antes de que empezara
la guerra de las vacas.
Mientras sus propios cuerpos
servían de alimento a los perros y los pájaros.
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Antes comíamos –decía Ana María–
el fruto del arbusto. Hacíamos, en un tiempo
de fábula, en un tiempo anterior
a la catástrofe, hacíamos, dice, el dulce,
moliendo con paciencia la algarroba.
Cuando lo comías
era tener un pájaro de azúcar en la boca.

Fuente: Facebook
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