domingo, 14 de junio de 2009

Sobre Viaggio

Transmutar


Por Delio Galizzi, publicada en el diario El litoral, de la ciudad de Santa Fe.


“Viaggio in Italia”, antología de poesía italiana, de Diego Bentivegna. Sigamos Enamoradas, Buenos Aires, 2009.


La verdadera justificación de cualquier antología no atañe al más o menos amplio panorama que se logra del campo en el que se ha elegido el ramillete (o para decirlo más toscamente, en el que se ha buscado separar el trigo de la cizaña), ni a la capacidad de individualizar flores recién despuntadas o, en la vertiente opuesta, preocuparse por acumular nombres prestigiosos (prestigio que, como en un chiste de Bustos Domecq, podría provenir de la suerte de haber figurado en una primera antología, copiada por las que le sucedieron, figurando así in saecula saeculorum).
La razón de una antología radica en abrirla al azar y que cualquier texto de cualquier autor nos encante y, en el mejor de los casos, nos instigue a rastrear su nombre y el resto de su obra. Que vuelta a abrir al azar la antología, otro texto vuelva a encantarnos. Es entonces que podemos entregarnos a merced del buen compilador.
Si a esa virtud sumamos la de que el compilador es también el traductor e introductor de los autores y textos seleccionados, la confianza que pueda ganarnos es todavía más valiosa. Es lo que acontece en “Viaggio in Italia” (título que remeda el de aquel film extraordinario de la segunda etapa, intimista y “maldita”, de Roberto Rossellini, anterior a la tercera aún más incomprendida, de sus filmes didácticos), antología en la que Diego Bentivegna presenta, introduce y traduce a ocho poetas italianos contemporáneos, “consolidados entre fines de los “70 y fines de los “80”: Mario Benedetti (a no confundir con el uruguayo recientemente fallecido), Massimo Bocchiola, Antonella Anedda, Fabio Scotto, Anna Lamberti-Bocconi, Tiziano Scarpa, Florinda Fusco y Tiziano Fratus. Vale acotar que no se revela en los textos presentados una poética o una mirada generacional que asocie a estos autores, ni siquiera en el uso de una lengua que, como la italiana, presenta siempre la posibilidad de recurrir a las inflexiones dialectales.
Bentivegna prefiere llamarse a sí mismo curador (acorde con el término italiano que define al seleccionador y traductor de una antología: “curar el texto es explorarlo, como quería Contini, auscultándolo, concentrándose en él para percibir los distintos ritmos que lo habitan”), y ese carácter lo ejercita con solvencia y éxito tanto en la elección de los poemas como en la traducción guiada por la idea del “transmutare” con que Dante concibe al fenómeno: “Desde la perspectiva de Dante, no se trata ni de dejarse llevar por el texto del otro (¿el otro del texto?) en tanto otro ni de asumir la voz del otro en la propia voz, hasta hacer de esa otredad un mero timbre vocal, sino de someterse a uno mismo y al texto del otro a un proceso de cambio, a una gimnasia de mutación que se corresponde, como ha subrayado el filólogo Gianfranco Folena, con una concepción sustancialmente cristiana. Transmutar, en efecto, “es el verbo que indica el devenir y el mutar de las cosas humanas sometidas a la fortuna, como la lengua, las costumbres, las leyes y la sociedad’”.
En la cuidada edición acompañan a la versión bilingüe de los poemas una introducción previa general, y una concisa pero contundente presentación de cada uno de los autores.

lunes, 1 de junio de 2009

El Diluvio, por Sancho

El Diluvio

En El nuevo gobierno de Sancho (1942; 1944; 1965) de Leonardo Castellani, el buen escudero recita el siguiente poema de su autoría:



Noé en su Arca tuvo ñanduces, tuvo pájaros en gran escala.
Tomaba leche a cucharones, y los huevos con una pala,
de churrasco comía elefante, de vigilia comía ballena,
y de mosto marca Graffigna se mandó la recala llena,
y decía el viejo catando su buen moscato sanjuanino:
«¿A mí el agua qué se m'importa, con tal que no entre dentro'el vino?».

La primera noche'el Diluvio se encerraba Noé en el Arca
trancándola con una tranca más solemne que un patriarca;
en ese instante se desatan las cataratas del abismo.
Noé dice: -«Stá yovisnando. Pero aunque me yueva, é lo mismo.
E si s'inunda lo potrero, lo lechero farán su agosto.
A mí l'agua non mi fa niente, peró que no me dentre al mosto».

La segunda noche'el Diluvio le pregunta Noé a Rebeca:
«Che, vieca: ¿cuánta pulga metiste; queré decirme un poco, vieca?».
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-«¡Y... metí no má un casalito, como estaba mandao, abaco!».
Y responde Noé enojado: -«¡Aquí hay más de dó pulga, caraco!
Pero anque haya dó miyone, e anque haya trentamil y pico,
e anque haya il diablo bicorno, esto vino está moy moy rico».

La tercera noche'el Diluvio le dolió a Noé la cabeza
de ver ahogarse tantos tipos que no habían ganado el arca.
Le querían dar abluciones, una purga y una compresa.
Pero entonces había que verlo, cómo se puso el Patriarca.
«-¡Déquense d'embromar con l'agua ni siquiera en baño de asiento!
¡Demasiado agua hay de afuera, no me vengan con l'agua adrento!».

Envío

Patrón Noé, patrón Noé, que se nos hunde el arca nuestra.
En tu tiempo al menos hubo agua para el pobre, y al rico, vino.
Pero en este tiempo el champán no va a dejar un pan de muestra.
Y vamos a morirnos de sed, con un lujo heliogabalino.
Patrón Noé, si no estás ahora más borracho que don Bepo,
¡Oh inmortal patrón de la cepa!, si no estás por borracho al cepo,
manda a los pobres santiagueños lo que voy a pedirte yo:
¡Que se harten los politiqueros de vino hasta que «ya no quepo».
Pero manden a las provincias toda el agua que les sobró.