"si no hay perturbación, no corresponde que haya deseo de conservarse ni temor de perderse".
lunes, 17 de septiembre de 2012
Teoría y método: Respuestas a una encuesta
Continuamos con las respuestas de la entrevista sobre teoría literaria y metodología que empezamos a publicar en el número anterior. En esta ocasión nos responden Diego Bentivegna (DB), Julieta Cardigni (JC), Fabricio Forastelli (FF) e Inés de Mendonça (IM).
1. Cuando encarás un nuevo proyecto de investigación (o en los que ya estés realizando), ¿qué lugar tiene la teoría literaria en tu trabajo?
DB: Si observara con cierta distancia mi propio trabajo, diría que en un comienzo los problemas estrictamente teóricos, para llamarlos de alguna manera, no ocupan en ellos un lugar determinante. Podría justificarlo diciendo que eso se debe fundamentalmente al tipo de problemas y de investigaciones que encaro. En términos generales parto de problemas que prefiero pensar en términos de relaciones, conflictos y disputas por el sentido. Tiendo a trabajar, así, con complejos de textos en los que leo el choque de materiales, la fricción con un archivo, el estallido de las series, como uno quiera llamarlo, y es a partir de la dinámica de esos mismos materiales desde donde, en todo caso, puedo llegar a plantear algún problema que afecte a lo teórico. Por supuesto, es algo obvio que, como sucede en toda investigación, cualquier delimitación de un problema implica algún tipo de decisión teórica, que en todo caso intento que funcione como un marco, como la explicitación de los discursos desde lo que se lee, y no como una determinación hasta las últimas consecuencias que expulse como un residuo aquello que ese marco no permite pensar. En cuanto a la segunda parte de la pregunta, creo que el problema que en mi caso se plantea, y que seguramente tiene que ver con mis limitaciones, es que no sabría bien pensar cuál es el lugar de la teoría, qué es, en definitiva, eso que se llama teoría. Podría, de manera intuitiva y no demasiado reflexiva, relacionar lo teórico con una serie de autores o con un conjunto de textos, con un panteón y un corpus, es decir, con un canon, en el que estarían por supuesto todo el acento francés -Derrida, Foucault, Deleuze, Barthes, Kristeva, los formalistas rusos mediados por Todorov, Genette, bla bla bla- autores como Jameson o, más recientemente, Bhabha, Antelo, Moretti o Mignolo, Agamben, Badiou o Ranciére. Se trata, en todo caso, de un conjunto de intervenciones que operan en diferentes planos y que, por razones académicas, estrictamente académico-institucionales, se piensan como “teoría”, como si hubiera ahí un trabajo de abstracción, un “desmarcarse” de los modos políticos en las que esos textos, textos filosóficos o de crítica literaria o de historia cultural, han sido pensados. Entiendo que hay una operación teórica que opera por abstracción, como un esquema de representación en un nivel visual: teoría, como recuerda Heidegger, en relación con la visión, teoría como un cierre de las potencias del ser en Parménides y Heráclito, que pone en un primer plano una lógica apoyada en lo visual que estaría en este sentido, aunque por supuesto no es necesario dar crédito en todo a Heidegger, contrapuesta a la lógica del pensamiento. En fin, aun sin lograrlo probablemente del todo, intento no dejarme interpelar por esa captura teórica, que es también geopolítica y que afecta centralmente la política de las lenguas. Habría que revistar, en este punto, el estatuto del inglés y el lugar que ocupan las políticas de publicación y de traducción en la construcción de eso que llamaos teoría
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