"En la filosofía antigua
se decía (y Rabelais lo repetía) que la capacidad de reír era propio de los
hombres, es decir que el reír era prerrogativa tan sólo de los seres humanos.
Los animales están desprovistos de sentido del humor. Reír es una experiencia
típica de los seres humanos. Pienso que ello está conectado con que nosotros somos
conscientes que somos los únicos animales que sabemos que deben morir. Los
otros animales pueden comprenderlo en el momento en que mueren, pero no están
en condiciones de articular algo comparable a la afirmación “Somos todos
mortales”. En cambio, los seres humanos sí están en condición de hacerlo, y probablemente
por eso existen religiones y rituales. Pero lo cierto es que, desde el momento
en que sabemos que moriremos, reímos. La Risa es la forma esencialmente humana
de reaccionar al sentimiento que los hombres tienen de la muerte. De esta
manera, lo cómico resulta una posibilidad de afrontar tragedias, de limitar
nuestros deseos y de combatir contra el fanatismo. Lo cómico (estoy
indirectamente citando a Baudelaire) lanza una diabólica sombra de sospecha
sobre toda proclamación de verdad dogmática.
Hasta la edad de
cincuenta años, y durante toda mi juventud, soñé con escribir un libro sobre
teoría de la comedia. ¿Por qué? Porque todos los libros sobre el tema eran
fallidos. Todos los teóricos de la comedia, de Freud a Bergson, explican
algunos aspectos del fenómeno, pero no logran explicarlos todos. Se trata de un
fenómeno tan complejo que ninguna teoría está, o al menos lo ha estado hasta
ahora, en condiciones de explicarlo completamente. Así, siempre me dije que me
habría gustado escribir la verdadera teoría de la comedia. Pero luego esa tarea
se me hizo difícil, incluso desesperante. Tal vez esta es la razón por la que
he escrito El nombre de la rosa, que es una novela que se refiere al
libro perdido sobre lo cómico de Aristóteles. Era un modo de narrar una
historia que no estaba en condiciones de contar en términos filosóficos. Una
vez más: “de aquello de lo que no se puede teorizar, se debe narrar”."
Eco, Autobiografía
intelectual, p. 70. Trad: Diego Bentivegna