miércoles, 12 de septiembre de 2007

Fragmentos de una encuesta

Algunas respuesta a la encuesta sobre el ensayo preparada por nuestros amigos de Bahía. La ecuesta completa puede leerse en él último número de La posición.



Encuesta al ensayo crítico[1]


1- ¿Qué entiende por “ensayo crítico” y qué lugar ocupa éste en su práctica escritural?
La primera parte de la pregunta es realmente complicada. Entre los géneros, si es que el ensayo puede considerarse como tal, uno de los que elude de manera más obstinada una definición más o menos clara o contundente es el ensayo. Creo que los ensayos sobre el ensayo que a principios del siglo pasado le dedicaran Lukács y Adorno al problema y las reflexiones de Said publicadas en nuestro país recientemente en el volumen El crítico..., son todavía las definiciones más contundentes del ensayo: intervenciones políticas que están más cerca de la poesía y de las prácticas no discursiva que cualquier otro género. Y además prácticas de escritura en las que todo está en transformación permanente, en la que todo es inmediatamente político. Prácticas de minorización política. No hay nada menor al ensayo, escrito en condiciones kafkianas, en horas arrancadas a la noche, puesto en circulación en ediciones en general muy modestas o en revistas de circulación restringida. Y al mismo tiempo no hay, tal vez, un género menos “genérico”, menos estable. El ensayo puede serlo todo.
En cuanto a mi práctica escritural, esrituraria, de escritura, como uno quiera llamarla, el ensayo ocupa, justamente, mucho, diría todo. En general escribo en un registro que no llamaría de contaminación de géneros o de trabajo con los géneros, sino en una escritura que quiere ser, más bien, un flujo continuo donde todo deviene todo. En ese sentido, no hay para mí un afuera del ensayo.

2- ¿Cuáles considera son las ventajas y desventajas de la práctica del ensayo crítico?
Otra vez, no me resulta fácil responder otra pregunta. Diría que la ventaja mayor es la de la experimentación más allá de las vulgaridades de la vanguardia, de la neovanguardia, de las tendencias literarias que trabajan en el plano del escandalete bobalicón y esas cosas tan nimias y aburridas. El ensayo me parece incompatible con esas cosas. El ensayo no es lúcido como la vanguardia ni soso como el escándalo permisivo. El ensayo, en cambio, tartamudea. Cojea. Desventajas: es difícil publicar ensayos, más allá de las revistas especializadas y de las ediciones humildes de las que hablábamos en el punto anterior. Hay prejuicios con respecto al ensayo. Que es aburrido, que no vende. Prejuicios, claro, no necesariamente errados.


[1] Preparada por Maximiliano Crespi y Mariano Granizo para La Posición –literatura y política–.