lunes, 1 de junio de 2009

El Diluvio, por Sancho

El Diluvio

En El nuevo gobierno de Sancho (1942; 1944; 1965) de Leonardo Castellani, el buen escudero recita el siguiente poema de su autoría:



Noé en su Arca tuvo ñanduces, tuvo pájaros en gran escala.
Tomaba leche a cucharones, y los huevos con una pala,
de churrasco comía elefante, de vigilia comía ballena,
y de mosto marca Graffigna se mandó la recala llena,
y decía el viejo catando su buen moscato sanjuanino:
«¿A mí el agua qué se m'importa, con tal que no entre dentro'el vino?».

La primera noche'el Diluvio se encerraba Noé en el Arca
trancándola con una tranca más solemne que un patriarca;
en ese instante se desatan las cataratas del abismo.
Noé dice: -«Stá yovisnando. Pero aunque me yueva, é lo mismo.
E si s'inunda lo potrero, lo lechero farán su agosto.
A mí l'agua non mi fa niente, peró que no me dentre al mosto».

La segunda noche'el Diluvio le pregunta Noé a Rebeca:
«Che, vieca: ¿cuánta pulga metiste; queré decirme un poco, vieca?».
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-«¡Y... metí no má un casalito, como estaba mandao, abaco!».
Y responde Noé enojado: -«¡Aquí hay más de dó pulga, caraco!
Pero anque haya dó miyone, e anque haya trentamil y pico,
e anque haya il diablo bicorno, esto vino está moy moy rico».

La tercera noche'el Diluvio le dolió a Noé la cabeza
de ver ahogarse tantos tipos que no habían ganado el arca.
Le querían dar abluciones, una purga y una compresa.
Pero entonces había que verlo, cómo se puso el Patriarca.
«-¡Déquense d'embromar con l'agua ni siquiera en baño de asiento!
¡Demasiado agua hay de afuera, no me vengan con l'agua adrento!».

Envío

Patrón Noé, patrón Noé, que se nos hunde el arca nuestra.
En tu tiempo al menos hubo agua para el pobre, y al rico, vino.
Pero en este tiempo el champán no va a dejar un pan de muestra.
Y vamos a morirnos de sed, con un lujo heliogabalino.
Patrón Noé, si no estás ahora más borracho que don Bepo,
¡Oh inmortal patrón de la cepa!, si no estás por borracho al cepo,
manda a los pobres santiagueños lo que voy a pedirte yo:
¡Que se harten los politiqueros de vino hasta que «ya no quepo».
Pero manden a las provincias toda el agua que les sobró.