"La poesía de Trilce, proyecta o propaga el pensamiento espiritualmente, y no literalmente, por la palabra, en puras relaciones imaginativas, desnudas del ropaje habitual metafórico, descarnadas así, secamente, como una sacudida eléctrica. Por este desconyutado lenguaje, por esta armazón esquelética se transmite, como una apretada red de cables acerados, una corriente imaginativa, una vibración, un estremecimiento de máxima tensión poética: por ella se descarga a chispazos luminosos y ardientes el profundo sentido y sentimiento de una razón puramente humana. De esto debe estar advertido el lector de Trilce, de que la poesía vuelve a la infancia espiritual del pensamiento, traspasando fronteras conceptuales: que no han de buscarse en la poesía relaciones análogas ni semejantes al del inferir racional lógico: la poesía tiene su lógica propia, como los otros, su pensar espiritual incorruptible. Y no porque la poesía no tenga razón, sino porque la tiene suya propia, razón que le sobra: que por eso, con la razón, es con lo que ha de salirse siempre, con la suya; salirse o situarse, relacionarse, especialmente, en el universo imaginativo del hombre".
José Bergamín, Prólogo a la segunda edición de Trilce de César Vallejo, Madrid, 1930.