jueves, 26 de agosto de 2010

Lamborghini

“A Borges en aquel entonces ni lo leía”, cuenta Leónidas Lamborghini en Mezcolanza. Aunque después leyó Fervor de Buenos Aires, Borges no era su ídolo, claro. “Lo veía a veces en la boca del subte, siempre balbuceando, dos o tres veces me lo habré cruzado. Después ya más grande, cuando sabía a qué atenerme, me emocioné mucho porque venía con la Kodama y se iban a la confitería St. James, donde yo también me reunía con Jauretche, y veía cómo todos lo conocían, el quiosquero, los pibes... me emocioné.” El rechazo por Borges –sobre todo porque “mezclaba mucho lo político”– fue superado por Lamborghini. “Tiene sus grandes cosas, pero también sus limitaciones. Hay una idea en él de literatura que rinde bastante, en los ensayos, cuando dice que nosotros estamos en una situación como la del judío y el irlandés, porque estamos en la periferia, y en el centro no son capaces de jugar con la libertad de la periferia. Eso es cierto, no sé qué dirán los españoles; yo he hecho toda una reescritura del Siglo de Oro, no sé qué dirán... no van a decir nada porque ni va a llegar a España.” Lamborghini, aunque el lector no lo crea, nunca viajó a Europa ni le llamaba la atención. “Mi pecado es no conocer del todo mi país. Conozco el norte, llegué hasta los ingenios de Tartagal, no como turista; al centro y al sur fui apenas como invitado, pero me dicen que está tan caro... No me llama ir a Madrid, hay una cuestión de lenguas, el primer gilipollas que encuentro en las traducciones me desubica.”

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