martes, 28 de diciembre de 2010

Arturo Marasso, fragmento de "Melampo", en Poemas, Buenos Aires, 1944.

Melampo

(...)

Oí la voz de Orfeo junto al templo de Apolo.
Ya vendrán, nos decía, lejos del mal los siglos;
tendrá el oculto nombre del numen nueva lumbre,
de la extrema amargura nacerá la esperanza;
igual en la desdicha y en la fortuna, goza
el ánimo sereno del bien inextinguible,
ni el rencor le ensombrece, ni injusto error contrario
le espanta; en paz, disfruta los dones de la tierra
con la común familia; pena y placer comparte;
las manzanas, los frutos del follaje aromado,
le ofrecen las primicias de almibarada nieve;
doradas las espigas se estremecen al viento:;
poda la viña, sabe la virtud de la malva,
del hinojo, destapa polvorientos toneles,
en honda cueva herencia del abuelo, el perfume
de los vinos añejos la dura arcilla impregna;
en amistad, familias concordes y vecinos
hospitalarios, hallan con la unión la ventura;
el prado herboso pacen bueyes de muchos dueños.
Deja el niño los juegos, se abraza a afable anciano,
y aquél se acoge tímido al seno de la madre;
instruido en lo bueno, crece, aprende, prospera;
de ejemplares maestros la heredad es nodriza,
la honradez y el trabajo nobleza nos otorgan;
mas de los dioses viene ingenio y hermosura,
suerte feliz; son dotes que no todos poseen,
pero nunca el orgullo del propio brillo, aparte
del oscuro, al ilustre; regalos que así obligan
gócense con modestia; la templanza en los actos,
la verdad, la entereza, tornan gratas las horas,
no la ira; el insensato desdeña, humilla, insulta;
quien grande espacio aspire se pregunte en sí mismo.

(...)

pp. 19-20.