Melampo
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Oí la voz de Orfeo junto al templo de Apolo.
Ya vendrán, nos decía, lejos del mal los siglos;
tendrá el oculto nombre del numen nueva lumbre,
de la extrema amargura nacerá la esperanza;
igual en la desdicha y en la fortuna, goza
el ánimo sereno del bien inextinguible,
ni el rencor le ensombrece, ni injusto error contrario
le espanta; en paz, disfruta los dones de la tierra
con la común familia; pena y placer comparte;
las manzanas, los frutos del follaje aromado,
le ofrecen las primicias de almibarada nieve;
doradas las espigas se estremecen al viento:;
poda la viña, sabe la virtud de la malva,
del hinojo, destapa polvorientos toneles,
en honda cueva herencia del abuelo, el perfume
de los vinos añejos la dura arcilla impregna;
en amistad, familias concordes y vecinos
hospitalarios, hallan con la unión la ventura;
el prado herboso pacen bueyes de muchos dueños.
Deja el niño los juegos, se abraza a afable anciano,
y aquél se acoge tímido al seno de la madre;
instruido en lo bueno, crece, aprende, prospera;
de ejemplares maestros la heredad es nodriza,
la honradez y el trabajo nobleza nos otorgan;
mas de los dioses viene ingenio y hermosura,
suerte feliz; son dotes que no todos poseen,
pero nunca el orgullo del propio brillo, aparte
del oscuro, al ilustre; regalos que así obligan
gócense con modestia; la templanza en los actos,
la verdad, la entereza, tornan gratas las horas,
no la ira; el insensato desdeña, humilla, insulta;
quien grande espacio aspire se pregunte en sí mismo.
(...)
pp. 19-20.