"El olivo tiene la propiedad de permanecer siempre verde y eso conviene perfectamente con los cambios que experimentan las almas en este mundo, a las que se consagran los antros, pues en verano la parte blanca de las hojas está en el envés y en invierno se sitúa debajo y se torna más blanca todavía. Por esto, en las plegarias y súplicas, se tienden ramas de olivos; los suplicantes auguran de este modo que la oscuridad propia de los peligros se transformará en blanca luz. Además, el oivo siempre verde produce un fruto que ayuda a la realización de los trabajos. Está consagrado a Minerva, procura coronas a los atletas victoriosos y ramas a los suplicantes".
Porfirio, El antro de las ninfas.