domingo, 6 de abril de 2014

Angel Faretta / Lontana III

a Diego Bentivegna Soñé por años que viajaba hasta vos. El sueño era inquietante, una pesadilla; perdía el avión o me perdía en un lugar desierto y en un páramo; luego no era reconocido al llegar. Mutaban los actores y partiquinos cumpliendo diversos roles oníricos; a veces hacían muecas y befas al recién llegado que era yo. Todo se fundía y encadenaba en un palimpsesto de pesadilla; luego no podía ni articular una sola palabra. Prego, ciao. Nada salía de mi boca y garganta; me quedaba mudo, estulto, me mareaba en ese desierto de neblina que no podía ser Italia. Todo salía mal. El visado. ¿Pero por qué visado? decía ese yo de sueño y niebla. Salía mal, me trababa, mudo, carente de voz y de voto a quien dirigirme. Fiumicino era el Sahara con médanos que caían a pique hacia un mar furioso que no podía ser el mío. ¿Mío? Digo, el que fuiste a buscar y que ahora no encontrabas. Eran olas de escayola chocando contra un farallón de cine. El desierto se hacía una selva, abigarrado bosque hiperbóreo. No podía ser mi llanura y colina Pero ¿eran esas tales las mías? Donde estoy, me dije todavía y creí, lo juro, decirlo en italiano. ¿Qué busco acá? ¿El vino, Dante Capri, Horacio o el Campari? Daba vueltas en la cama y la cama era la nave que me llevaba sobre las olas de ese mar de escayola. Sabía que dormía y sabía que durmiendo estaba allá. Al despertar no tenía una rosa; solo un puñado de tierra entre las manos. La tierra olía a rosas. Angel Faretta (Buenos Aires, 1953), inédito