domingo, 22 de abril de 2007

El anarquismo religioso kafkiano


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"En realidad, más que una elminación total del poder arcaico y personal, asistimos en la obra de Kafka a la inédita connivencia de estos elementos con una tecnología "sofisticada, modena, exacta, calculada, racional" (Löwy). Lo más arcaico y lo más moderno se funden en la obtusa brutalidad de los funcionarios kafkianos, que no obstante son siempre los representantes de una autoridad abstracta e insondable. Como ya lo había observado Walter Benjamin en su ensayo sobre Kafka, el derecho y la burocracia son las encarnaciones modernas del destino, que impide la libertad y la auodecisión. La reificación burocrática es una expresasión de la que impone de manera general el capitalismo, del que parece que Kafka afirmó: "El capitalismo es un sistema de dependencias que proceden de lo alto a lo bajo y de lo bajo a lo alto. Todo depende de todo, todo está concatenado. El capitalismo es una condición del mundo y del alma".


Una lectura tan abiertamente política de la obra de Kafka no excluye con todo otros planos de lectura -teológica, existencial, pscioanalítica- y se coloca en una perspectiva crítica y no convencional. Así, la meditación teolótica de Kafak no tiene nada en común con las tranquilizdoras interpretaciones de su amigo Max Brod, para quien el Castillo representaría la Gracia o el gobierno de Dios. Como ya lo habían intuido Adorno y Benjamin, la teología de Kafka es una teología radicalmente negativa, en la que toda Ley y toda Iglesia positiva han perdido su vitalidad íntima y se han transformado en aparatos abstractos al servicio del poder. "La no precencia de Dios en el mundo es la no redención de los hombres", caracteriza según Löwy la teología negativa kafkiana. Como Benjamin, Kafka cree sin embargo en una "débil fuerza mesiánica", que seguiría todavía en posesión de la humanidad y sostendría su resistencia contra el mal y contra el aparato de dominio. Como Bloch, Scholem y el mismo Benjamin en los primeros decenios del siglo, Kafka se inclina a una suerte de paradójico "anarquismo religioso": la redención mesiánica requiere la cooperación del hombre, y ésta se manifiesta sobre todo en la destrucción de los aparatos de constricción del poder: "El Mesía vendrá sólo cuando ya no sea necesario", escribe en ese sentido Kafka en un aforismo de 1917. "No en el último, sino en el ultimísimo día".

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Mario Pezzela, "Quel anarchico di nome Kafka", en Il manifesto (20 - 4 - 07). Trad: D. B.