martes, 11 de marzo de 2008

Memoria, reconstrucción, testimonio: aperturas desde Soldados de Salamina (I parte)

Memoria, reconstrucción, testimonio: aperturas desde Soldados de Salamina
por Diego Bentivegna

Publicado en el último número de la revista Limen, Bs. As., Kapelusz-Norma, 2007.



Invierno de 1939. Barcelona. La guerra civil española está llegando a su fin. Unos milicianos republicanos conducen a un grupo de presos políticos a un campo donde, como los mismos prisioneros intuyen, serán fusilados, en las cercanías de un antiguo monasterio convertido en barraca. Entre los prisioneros, se encuentra el escritor Rafael Sánchez-Mazas, uno de los fundadores, junto con José Antonio Primo de Rivera, de Falange Española, y uno de los intelectuales que contribuyo de manera más potente en la construcción de su retórica latina e imperial de cruces, águilas y flechas, tan explotada luego por el régimen de Franco. En el momento de los disparos, y en medio de la confusión, Sánchez Mazas logra escapar de la muerte arrojándose por una barranca. Los milicianos rastrillan el terreno en su busca. Uno de ellos, de pronto, lo ve y, en un instante, toma la decisión de no dar aviso a los otros milicianos. “-Por aquí no hay nadie-, dio media vuelta y se fue”, dice Rafael Sánchez Ferlosio, hijo de Sánchez Mazas, que dijo el miliciano. Son esas palabras de Ferlosio, al menos, las que se registran en la novela Soldados de Salamina, del español Javier Cercas (Cáceres, 1962), que narra el fusilamiento fallido y la posterior huida de Sánchez Mazas a través del bosque cercano, ayudado por un grupo de campesinos catalanes que viven allí.
Tomando como punto de partida esta novela, publicada en 2001 y convertida en uno de los sucesos editoriales de lengua española más importantes, y de la versión cinematográfica de David Trueba, estrenada en marzo de 2003, proponemos un abordaje de los problemas relacionados con la textualidad novelesca en conexión con algunos aspectos centrales en las reflexiones actuales sobre la construcción del saber histórico, como la cuestión de la reconstrucción, la cuestión de la memoria o la cuestión del testimonio. Desglosamos esta propuesta de abordaje en tres núcleos que plantean lo que consideramos son elementos insoslayables en la constitución de los textos narrativos inscriptos en una zona en que lo ficcional y la pulsión de registro de lo real se superponen: esa zona ambigua que en la novela de Cercas el narrador llama la zona del “relato real”, relato que es como una novela “sólo que, en vez de ser todo mentira, todo es verdad”. Ubicada Soldados de Salamina en esta zona ambigua, un abordaje de la novela a partir de las algunos núcleos problemáticos propuestos por el análisis y la hermenéutica del discurso histórico permitiría no sólo plantear las relaciones complejas entre cultura y política en los años 30 (con el compromiso de intelectuales de toda laya en ambos bandos del conficto) sino también acerca del lugar narrativo del sobreviviente y del testigo. A partir de estos núcleos problemáticos, proponemos algunas líneas de contacto entre el texto de Cercas y algunos textos producidos en nuestro país en los que se enfatizan las articulaciones entre violencia, historia y política, como Operación masacre, de Rodolfo Walsh o las más recientes intervenciones en torno a la validez de la violencia política que tomaron como punto de partida la carta de Oscar del Barco en la que el filósofo cordobés critica algunos aspectos de los grupos armados de los años 70.

Escritura, ficción, búsqueda
Un primer ámbito de reflexión abierto por la novela de Cercas es el de la escritura como espacio de investigación y de búsqueda. En este sentido, resulta sintomático que la colocación enunciativa del narrador de la novela de Cercas sea la posición típicamente asociada en las sociedades mediáticas con la investigación a través de la escritura: la posición del periodista, posición que en la versión cinematográfica de Trueba se transforma en la posición de una joven docente de historia. En ambos casos, a pesar del desplazamiento de género y de profesión, se trata de posiciones enunciativas que privilegian el lugar de la palabra (escrita, en un caso; oral, en el otro) como instancia de puesta en juego de una cierta búsqueda de la verdad. Asimismo, el narrador de Soldados de Salamina vive el cortocircuito o el desfasaje entre la escritura no ficticia de investigación y la escritura ficticia de lo literario. Se plantea, entonces, la reflexión acerca de dónde, y desde dónde, narrar. Se trama, desde allí, una situación enunciativa que tiene algo de paradójica: la escritura de la novela, esto es, la escritura de la ficción que se titula Soldados de Salamina, coincide, imaginariamente, con la interrupción de la escritura ficticia, de la escritura de cuentos o de novelas por parte del narrador.
Esta desplazamiento no resuelto entre escritura ficcional y escritura no ficcional, entre ficción, si se quiere, y registro de lo real, que podemos encontrar también en el comienzo de Operación masacre, se enfatiza a partir de un juego de encastramiento, que, a partir por ejemplo de la literatura borgeana, constituye uno de los tópicos más fuertes de la llamada escritura “postmoderna”. Nos referimos, por un lado, al desplazamiento del nombre de la novela, del nombre que funciona como marco, como umbral paratextual, hacia el interior de la novela misma. En efecto, Soldados de Salamina es, en el mundo proyectado por la novela de Cercas, “Soldados de Salamina”, el artículo escrito por el narrador que retoma, a su vez, el título del libro nunca escrito por Sánchez Mazas acerca de su fallido fusilamiento y de sus peripecias hasta encontrarse con las tropas nacionales. El desplazamiento de la cursiva del título de la novela a las comillas del título del artículo que constituye el centro de la novela de Cercas implica un desplazamiento de sentido en el que se pone en juego un determinado saber sobre la literatura, tensionada entre el deseo de registrar el suceso histórico que se narra, por un lado, y el juego de deformaciones especulares y de desplazamientos que funcionan en todo texto. No estamos ya, como en la utopía realista de Stendhal, ante el espejo que se pone al costado del camino, sino ante el juego de espejos deformantes, de imágenes desplazadas, del universo abrumador y tórrido de las películas de Welles.
Es a partir de un comentario de Sánchez Ferlosio que se dispara la trama investigativa. Del mismo modo, es otro personaje-escritor (el chileno Roberto Bolaño) el que posibilitará en la tercera parte de la novela el encuentro entre el narrador y el supuesto testigo central del fusilamiento de Sánchez Mazas. Se produce así en la novela de Cercas un juego especular de nombres, que podemos reinscribir en un punto de oscilación entre las poéticas del registro y el juego deformante, ficcional, que encontramos, por ejemplo, en la literatura de Borges, donde “Borges” es también, como “Bioy” o como “Emir Rodríguez Monegal”, un nombre autoral y un nombre ficcional, así como la “marcación”, o el “link”, de ese pasaje.
Los nombres de autor no funcionan pues como meros indicadores de coherencia, meros índices de lo real, sino como verdaderos potenciadotes (y dadores) del relato tramado en la novela de Cercas. Es en más de un sentido, entonces, que Soldados de Salamina es literatura que habla de, y desde, la literatura: no sólo porque en ella se aborde un escritor y su época, sino también porque, a través de Sánchez Ferlosio o de Bolaño, es la literatura misma (o al menos, los nombres autorales) la que opera como generadora del relato.


Reconstrucción, memoria
La novela de Cercas propone una reflexión no sólo acerca de los modos en que la literatura se relaciona con la historia, sino acerca de algunos de los elementos constitutivos mismos del relato histórico. En principio, el texto plantea la historia -vista desde el lugar del narrador- no sólo como un proceso de investigación sino también como un proceso de reconstrucción -vista desde el punto de vista del investigador periodístico- y como memoria -vista desde el punto de vista de los testigos, ya sea desde el de los miembros de la familia de campesinos que hospeda a Sánchez Mazas durante su huida y que, ya ancianos, son entrevistados por el narrador, ya sea en la memoria del ex miliciano republicano refugiado en Francia, ya sea en la memoria escrita de otro “fusilado” que, paradójicamente, también sobrevive y escribe, él sí, un libro sobre el asunto (Yo fui fusilado por los rojos).
Si, en el caso de Operación masacre, que parte, recordemos, de la misma paradoja (“Hay un fusilado que vive”), el testigo, el muerto que vive, es indudablemente la víctima, en el caso de Soldados de Salamina el estatuto del testigo es un estatuto ambiguo. Por un lado, es el propio Sánchez Mazas y los personajes ligados por amistad o por lazos familiares con él quienes funcionan como testigos, en especial su hijo, Rafael Sánchez Ferlosio. Pero, sobre todo, el testigo, en un sentido lato, es “aquel que ha estado ahí”, aquel que ha visto con sus propios ojos, que ha puesto su cuerpo en un lugar y en un tiempo puntuales y que, no sólo a través de su palabra sino incluso mediante su propia corporalidad, es capaz de dar cuenta de ese haber estado.
En los años de la más inmediata posguerra, el relato de las vicisitudes de Sánchez Mazas en los últimos momentos del conflicto civil fue leído, desde la maquinaria cultural del nuevo Estado, en términos de heroísmo y de intervención providencial. El propio Sánchez Mazas, en la novela de Cercas, enfatiza en cierto sentido esta lectura de los acontecimientos bélicos en clave épica en la medida en que piensa un título para el hipotético texto que narre sus vicisitudes, “Soldados de Salamina”, cuyas referencias cultas a la batalla naval en la que la flota griega logró derrotar a las superiores fuerzas navales persas durante la segunda guerra médica ignoran los campesinos catalanes que alojan al escritor. A partir de ello, el discurso de Sánchez Mazas no sólo se articula con el discurso cultista, particularmente presente entre los escritores adictos a Falange, que reivindica el carácter constitutivo para la tradición occidental de la herencia grecolatina, sino que también lo hace con el discurso de grandes intelectuales europeos tentados en su momento por la deriva nazi-fascista, como Martín Heidegger, quien -a partir de la lectura del poema “El archipiélago” de Friedrich Hölderlin (dedicado precisamente a la batalla de Salamina)- ve por esos años a Alemania como una “nueva Grecia” frente a la potencia destructora de los imperios oriental (URSS) y occidental (EE.UU.).
(sigue)