–Otro comentarista de ese libro, Marcello Veneziani, lo define a usted como un "conservador aristocrático" que ha trazado una parábola desde sus años de militante comunista hasta coincidir hoy –"en sentido literal", dice– con el pensamiento de la derecha social, por ejemplo con su propuesta de "comunidad del bienestar". ¿Cómo se define políticamente hoy?
–Me parece interesante que Marcello Veneziani diga que soy un aristocrático conservador: queda claro al menos que no soy un apocalíptico. Me reconozco más en la definición de Veneziani que en la de Vattimo… Lo que ocurre es que yo he tratado de leer e introducir en Italia, desde hace ya muchos años, a grandes autores de la derecha europea, como Carl Schmitt, que hoy están en el centro del debate político. ¿Por qué? Porque tienen una visión realista y desencantada y ayudan a que nosotros cultivemos una mirada más distante. A mí me sirven estos autores porque su visión desilusionada sobre nuestros mecanismos representativos, sobre nuestro parlamentarismo, contribuye a hacernos ver nuestros problemas. Autores como Schmitt o Jünger enseñan todavía muchísimo sobre esta crisis de la democracia, que es fundamental comprender si queremos encontrarle remedio. En esta dirección de investigación, yo he encontrado grandes autores de derecha –vamos, de derecha total–, que me dejan más enseñanzas que ciertos liberales que sobrevuelan los problemas y utilizan las palabras sin significados concretos. Nada ganamos con hacer, como a menudo hacemos, vagas y vacuas exaltaciones de la libertad, de la democracia, de la igualdad, sin ver la crisis que están atravesando estos principios. Hoy todas estas grandes palabras se han vuelto vacías, hay que redefinirlas y precisarlas haciendo un gran esfuerzo de higiene en el lenguaje, porque si los conceptos quieren decir todo, es que ya no significan nada.