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"Cultura de derecha" es sobre todo una coacción cármica, más bien triste (más o menos lo mismo se podría decir de "cultura de derecha"). Si existiera hoy algo que reivindicara alguna de esas dos categorías, debería provocar un único acto reflejo: huir lo más lejos posible. Diferente es el caso de los autores que son catalogados bajo esas etiquetas. Y en este punto el discurso debe plantearse de una manera más sencilla. Hoy un cerebro inteligente tiene necesidad tanto de Heidegger como de Marx, tanto de Guénon como de Simone Weil, tanto de Schmitt como de Tocqueville. Dicho esto, aclarado de quién tiene necesidad el cerebro y de quién no, comienzan los verdaderos contrastes, y quizá también los duelos mortales. Pero en este punto nadie recordará más a la "cultura de derecha", así como tampoco a la cultura de izquierda.
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