"En cuanto a la luz, cada poeta debería tener la suya; Petrarca posee la de Toscana y la de Provenza, una luz que entre soneto y soneto quiere sólo un leve pasaje de claroscuro; si la mía tiene muchos espejos, si tiene sed de agua y de luna, si está mordida, si he pasado los años más impresionables en el umbral del desierto, ¿es mi culpa?"
Gazzetta del popolo, 1931.