domingo, 30 de enero de 2011

Juan L. Ortiz, A la orilla del arroyo


(...)
Buscamos otra sombra pero las vacas vienen a beber
y es un asombro virgen, a través de las enredaderas, el de sus ojos fijos.
¿Qué presencias extrañas, en la hora de su sed, sobre el camino familiar?
Les hablamos franiscanamente y su sorpresa, algo turbada, las amotina ahora....
Desde aquí, medio hundidas en la líquida luz que ha alisado ya sus pliegues, las vemos,
dobladas en un abismo hialino que un hondo vuelo cruza,
imágenes mismas de la primera dicha viva, en un solo azul, invertidas....
(...)

De La brisa profunda, 1954.