(Texto de contratapa)
Acaso escribir sea un modo de caminar. Carlos
Battilana recorre en este libro las zonas en que la poesía se construye, se
escribe, y a la vez se ubica en un límite: busca una materia y un cuerpo. Desmenuza
el poema en una serie de textos que oscilan entre la memoria y el ensayo. Lo
ubica en un hiato donde está la memoria de las lecturas de la poesía
latinoamericana (está Darío, está Martí, está Vallejo), están las transmisiones
de los partidos de San Lorenzo, está el fraseo del tango y están algunas
fulguraciones clásicas del rock argentino.
En el ensayo que le dedica a Rubén Darío, Carlos
recuerda que una de las primeras veces que leyó el nombre del poeta
nicaragüense fue en el cartel de una de las paradas de la línea de tren que
sale de la estación de Chacarita, se interna en la provincia y pasa por
Hurlingham. Quizá el libro como un todo puede cifrarse en ese microcosmos. Todo
ensayo es un discurso en movimiento que en algún momento, como todo tren, encuentra su ritmo, su traqueteo. Los textos
de Battilana nos llevan a lugares en los que la poesía (la suya y la de los
poetas que ama, y que a través de sus escritos nos hace amar) busca una
materia. Discurren en una zona de contacto en la que los versos muestran su
condición de dicciones y de gestos, y desde allí nos interpelan.
Este libro es además un recorrido personal y lúcido por
algunas estaciones de la poesía escrita en la Argentina desde los años noventa
en adelante, de la que Battilana es un atento lector. En esas lecturas se
plantea un desvío y, al mismo tiempo, un regreso a la tópica de la poesía de
los noventa, y lee ese objeto ya canónico desde su revés. “En el caso de los
buenos poemas, las palabras regresan
a la lengua, a la voz del lenguaje con una fuerza nueva”, leemos en uno de los
ensayos. Fiel a esta idea, Battilana vuelve en este libro sobre algunos de los
elementos que fueron armando su escritura desde hace ya veinte años: una
escritura que se mueve entre dos modos, la poesía y el ensayo, que más dos
géneros, para Battilana son dos compases, dos ritmos, dos velocidades con las
que emprender un viaje.
Diego Bentivegna