Erich Auerbach, Introducción a los estudios de filología románica (Introduction aux
études de philologie romane, Frankfurt, Klostermann, 1949).
Trad: Diego Bentivegna
[…] El subjetivismo se introdujo, como es muy natural (y lo era ya en la tradición
stendhaliana) en el arte realista, y produjo obras que daban imágenes muy personales
de la vida humana, a veces extrañas; consideraban y agrupaban las personas y los
hechos de manera insólita e imprevista, daban de ellos una imagen sociológica y
psicológica desde un punto de vista particular, iluminaban fenómenos antes no
percibidos o descuidados. Este desarrollo, favorecido por ciertas tendencias de la
filosofía moderna, conllevó una desintegración de la concepción de realidad; se dejó
de considerarla como objetiva y una, y se la empezó a entender cada vez más como
función de la conciencia, de modo que la concepción de una realidad objetiva, común
a todos, fue sustituida por la de realidades diferentes según la conciencia de los
individuos o de los grupos que la contemplaban, y, ellos mismos, mutando según su
humor y su situación, mutaban también su manera de ver los fenómenos de la
realidad. La realidad una e indivisible fue sustituida así por diferentes capas de
realidad, es decir, por un perspectivismo consciente; autores modernos nos han
mostrado, en lugar de un fresco objetivo del fenómeno A -el fenómeno A tal como se
presenta en la consciencia del personaje B en un determinado momento-, una visión
totalmente diferente de A, ya sea en la consciencia de un personaje C, ya sea en la
consciencia del personaje B mismo en otro momento de su vida. El primer escritor que
ha presentado de una manera metódica y sostenida la concepción del mundo como
función de la consciencia fue el novelista Marcel Proust (1871-1922), en la serie de
novelas que a titulado En busca del tiempo perdido. Otros escritores, en Europa y en
América, han seguido el mismo camino, y encontraron a su manera modos de
perspectivismo muy diferentes del de Proust. Ahora bien, el ensanchamiento de
nuestro horizonte, que comenzó en el siglo XVI y que fue progresando a un ritmo
cada vez más veloz, y que abrió a nuestros ojos una masa cada vez más mayor de
fenómenos, de formas de vida y de actividades coexistentes, nos impuso el
perspectivismo, con todo lo subjetivista que es en sus orígenes, como el método más
eficaz para llegar a una síntesis concreta del universo en el que vivimos; ese universo
que es, como ha dicho Proust, verdadero para nosotros y diferente para cada uno. El
cine, cuya técnica nos llega a dar en algunos casos toda una serie de imágenes que
constituyen un conjunto simultáneo de fenómenos que se relacionan con el mismo
tema, dio al perspectivismo uno de los nuevos medios de expresión, adecuados a la
realidad múltiple de nuestra vida. El arte de la palabra no puede alcanzar resultados
semejantes; pero si no está en condiciones de llevar el perspectivismo y los
fenómenos exteriores tan lejos como el cine, es, en cambio, el único capaz de expresa
un perspectivismo sintético de la consciencia humana y de reconstruir de este modo la
unidad.