Veo a Maradona come veo al neobarroco.
El neobarroco, los ochenta, el neobarroso de Perlongher, entre Avellaneda, los barrios del sur, el exceso local, Batato, Marosa. Nápoles, otra ciudad maradoniana, es fundamentalmente una ciudad barroca. Lo es en las agujas para conjurar la peste hasta la iglesia del Gesú Nuovo. Lo es en las calles del centro histórico por donde andaban, en otro tiempo, los castrati. Nápoles: la puesta en escena de la ópera barroca, las travestidas de los barrios españoles. La Habana, la otra ciudad maradoniana, es, claro, uno de los puntos de la elipse barroca. Por eso, para mí, Maradona es una de la formas de la expresión americana, tan cara a Lezama.