Pier Paolo Pasolini,
Propósito de
escribir una poesía titulada “Los primeros seis cantos del Purgatorio”
Se volvió a presentar el Ángel del Falsete.
La Virgen es un hombre volador, como un chico de
dieciocho años
que ignora todavía la autoridad militar.
Pasando, para la crónica, junto al Mar Rojo-
todo lo que sé
sigue, como decirlo, una inclinación
científicamente indeterminable.
Es una potencialidad desordenada; una tintura;
un mensaje privado.
La ecolalia sería por lo tanto su forma real
(dice el Ángel).
Y voy así hacia el balbuceo
-que contiene toda lengua-
Riendo.
La risa de María en el Mar Rojo,
y luego, allá, el escritorio asqueroso
Allá, entre papeles devaluados y despreciados
Todo lo que sé es identificarme
deshonestamente, con toma de posición,
en una ciencia de la luz
………………….
Bien, los tipos de luz son, en la práctica, tres:
luz llana, luz de corte, contraluz
se deba agregar que entre falsete y poesía didáctica
nos chocamos con Brecht:
que sin embargo, sobre el tema de la luz, yo diría que
no sabe nada,
como sugiere el Ángel Mistificador,
el saber que se vuelve ontológico consistiría, por lo
tanto,
en mi querido caso
en una experiencia de luz.
De ahí el motivo
por el que el arbitrario por su naturaleza suele
plantar raíces
sobre lo experimentado. El parásito irreal
disfrutará, así, para confirmarse
-con sus nervios mal dispuestos-
de un terreno real.
En suma, la embarazada María parirá un hijo ya nacido.
De “poeta por encargo” a “poeta parásito”,
prolijo pájaro en simbiosis con el paquidermo divino…
(La perspectiva de mi “saber como ser”
es irreproducible en el exégeta
si no con la condición de ser heurística)
La certeza de ser es “la movida de la puta”
su afirmación como originalidad
es preconstitución de misterio, bluff…
Estoy cansado de ser honesto.
Ataúd, María.
¡Sé muy bien, sé muy bien,
que la honestidad, y su sonido,
me perseguirá de cerca
con el acento de la buena fe maldita!
La inclinación no inclinada de mi saber-ser
encontrará luego un eje cualquiera
a causa de mi oscura voluntad de ser claro.
De los primeros seis cantos del Purgatorio
sé por ahora solamente que tratan mucho sobre luz
(¡en mi memoria!)
Depositados mis huevos de parásito
en los lugares donde eso es más explícito,
los dilataré creciendo en sus tejidos como un cáncer:
y con eso seré fiel a mi educación literaria.
Sé también que en Dante la luz
es toda contraluz y de corte.
Si hay algún momento de luz “plana”,
ella es sin embargo rasante, con las “sombras largas”
(la cámara que filma
cargada al hombro en plena mañana,
es más, al alba,
para estar en lugar a las ocho,
con el fresquito, y en el cuerpo la alegría).
Las experiencias matutinas medievales
vuelven artificialmente
(si hay acaso alguna cosa artificial):
muchos son todavía los lugares del mundo
donde no hay palos de luz y peajes.
Donde canta Filomena, concentrada, ignorante,
colmada de su certeza.
Donde la brisa es olida por sabinos y leones.
Las horas en la que se alzan los que viajan cada día y
los guerrilleros.
Hay también luz rasante a la noche,
con un profundo color de glicinas;
los toques de queda son virgilianos;
Filomena retoma el hilo del canto interrumpido
y las aguas, las melancólicas pendientes.
De estrellas, en este proyecto, se calla.
En Trasumanar e organizzar, Milán, Garzanti, 1971.
Versión: Diego Bentivegna