Pier Paolo Pasolini
De “Topografía sentimental del Friul”,
publicado en Avanti cul Brun, Údine,
1948.
(Villotta).
Lo inesperado comenzó pasando las Toratis. Hay que decir que toda la gran
llanura que se extiende entre el Tagliamento y el Livenza es el lugar de mi
vida, y que en consecuencia tiene para mí el sentido de un dato elevado a la
enésima potencia, cargado de memoria. La zona de esta llanura que tiene su
centro en Casarsa y sobre cuyo perímetro se colocan Spilimbergo, Domains,
Zoppola, Bannia, San Vito, Cordovado, Portogruaro y el Tagliamento, a esta
altura se me presenta como carente de misterios geográficos; el misterio ha
cambiado de dimensiones y asume la configuración de una tectónica sentimental.
En los márgenes de esta zona vive un mundo… ¿Cómo llamarlo? ¿De qué manera
definirlo? Es un pre-mundo, un purgatorio adormecido, un pasillo que conduce a
aquellos lugares de Italia o de Europa que tienen para mí sólo una imagen
convencional: lo verde o lo de color oscuro en el Atlas. Más allá de San Vito,
en dirección a Pravisdomini y a Chions, cuyo descubrimiento yo postergaba desde
hacia ya dos lustros, el campo presentaba esa mutación imperceptible, pero tan
significativa, que hacia que me pareciera distinto, “otro” con respecto al que
me es familiar. ¿Algo que ya era del litoral o de los pantanos, algo quizá
demasiado silencioso o demasiado reciente, no flotaba acaso por sobre aquella
llanura de verde esmeralda? Con un asomo
de terror, pensé en el boscaje prerománico o románico… Y como para dar cierta
solidez y forma a ese terror, apareció ante mí justo en ese momento un rebaño
amarillo e inmenso, con perro y asnos, y un pastor encapotado, recostado en el
pasto. Ni un suspiro se elevaba de esa horda hambrienta, ni un sonido, ni un
murmullo. El pastor me miró: fue la mirada que Cristo intercambia con Lázaro en
el fresco de Giotto. Una mirada de silencios.
Qué estupor cuando
llegué a Villotta. Es un pueblo fresco y nuevo, un pueblo de
(...)
Trad: Diego Bentivegna