sábado, 17 de febrero de 2007

La escritura, la poesía: el órgano


¿Será que todo es postliteratura? ¿Que no nos queda otra cosa sino remedar, surcir y chapotear con lo ya hecho? ¿Que tan sólo es válido caer en los lugares más comunes de una crítica civilizada y despolitizada? ¿Repetir, como los maestros deconstructivos denostados por Foucault, que "todo es texto", que "la realidad es una construcción discursiva", que "toda lectura es una lectura equivocada"?

Prefiero creer que en la escritura, querido Schlemihl, al menos en la la escritura que realmente cuenta, se juega algo del orden de la potencia. Es cierto que la dictadura de lo nuevo ha sido una de las lozas más tristemente pesadas que nos legó eso por comodidad llamamos "lo moderno". Pero, desdichado muchacho sin sombra, son muchos los que confundieron lo nuevo con lo creativo. La novedad con la potencia. La sensiblería con los afectos.

¿Y además, la literatura que nos gusta no es la que siempre estuvo erosionando la insoportable autonomía de lo estético? Hölderlin, Sarmiento, Leopardi, Kafka, Pasolini, Pound: ¿no hay un ellos una fuerza que, en un virtuoso movimiento innovativo (y no en una movida meramente novedosa), hace pedazos toda idea de autonomía?

Te dejo con este fragmento de la crítica italiana Carla Benedetti. Creo que viene al caso:




"Imaginemos un instrumeno musical potente, por ejemplo un órgano. Eso es la palabra, la lengua, la lengua italiana [o castellana]. Y ahora imaginemos que, de todo aquello que el instrumento podría hacer, sólo se hagan cinco o seis cosas. Es decir, que el que le toca use el instrumento muy por debajo de sus potencidades. No porque no lo sepa hacer, sino porque no puede hacerlo en el contexto en el que se halla. Porque han puesto el órgano en un lugar que no permite ciertas sonoridades, en un ambiente pequeño y no en las naves de una catedral. O incluso porque el que lo toca cree que no puede hacerlo. Porque la idea de música que se ha consolidado en ese período excluye ciertas posibilidades sonoras y compositivas. Así pasó con el arte de la palabra en el siglo XX. Se creyó que ciertas cosas no se podían hacer. La modernidad tardía ha producido toda una serie de ideologías literarias que impiden que aquel que usa el arte de la palabra despliegue todas sus potencialidades al máximo. Que han atribuido al arte de la palabra (y en consecuencia también a la poesía) un espacio estrecho. Mucho más estrecho que sus posibilidades."



(el artículo de Benedetti se puede leer, en su versión italiana, en www.ilprimoamore.com)