martes, 19 de agosto de 2008

Publicaciones: "Mirar la pampa: vacío, vidrios, pantallas"

Mirar la pampa: vacío, vidrios, pantallas
Diego Bentivegna

Cuadrados, fantasmas
“Quiromancia de la pampa,”, texto de Victoria Ocampo fechado en 1929, se instala en el lugar de cruce de envíos y de despachos. Por un lado, el escrito se plantea como una noticia de recepción bibliográfica, como un ejercicio bastante extraño de sociabilidad letrada que sólo tangencialmente adscribe a los cánones de “libros recibidos” de diarios y revistas. Es, al mismo tiempo, el registro de un envío mancato: se recoge en él, en efecto, un largo fragmento de una carta a un amigo francés, cuyo nombre Ocampo deja flotando en el anonimato, que nunca llega a ser enviada. Sólo ahora, en el cruce con otros textos recibidos y con las zonas del archivo que esos textos movilizan, esa carta puede llegar, como toda carta, a destino.Pero además de cartas, el texto de Ocampo juega con otra forma de circulación del sentido y con otros modos de configuración de las preguntas por el sentido: la quiromancia, la lectura en clave adivinatoria de las líneas de la mano. El viajero que recorre nuestra llanura es, para Ocampo, una especie de brujo, capaz quizá de acertar con sus comentarios, pero que suele, más bien, empantanarse en una serie más o menos inconexa de lugares comunes y de visiones trilladas. El punto de partida del texto de Ocampo es la recepción de Ecuador, de Henri Michaux, que la editorial Gallimard publica por entonces en París. El libro, que explora en prosa poética el viaje que el poeta belga lleva adelante por la América meridional, contienen algunas referencias al espacio argentino y, más específicamente, al espacio pampeano, en las que Victoria Ocampo se detiene, particularmente insatisfecha. En efecto, según cita Victoria en el artículo que publica en ocasión del libro del belga, para H. Michaux la pampa sería el espacio de lo que se repite de manera infinita, o, al menos, de manera indeterminada por lo que, concluye el viajero, se trata de un espacio que probablemente dejará indiferente al viajero, sobre todo si éste viene de espacios en los que impera la diversidad de colores y texturas de la superficie. Dice Michaux, traducido por Ocampo:
La Pampa, tierra de vacas, dice todo cuanto tiene que decir en un metro cuadrado, pero lo repite en los millares y millares de kilómetros que constituyen la mayor parte de la Argentina… La América es una tierra de la dimensión de la multiplicación, y como tal hay que conocerla; no ofrece lo pintoresco a cada vuelta de camino, pero si una vastedad infatigable. (1)
El ojo de Michaux es, para Ocampo, el ojo europeo que no puede dejar de identificar el vacío con la carencia y con el tedio. Es, de alguna manera, un ojo cebado, engolosinado por la variedad y por la profusión que hacen de un espacio geográfico determinado un paisaje. En esta línea interpretativa, la Ocampo, no sin malicia, pone en serie la prosa de Michaux con la de una “conocida cantante francesa” que, sin conocer la pampa, manifiesta poco interés en salir de Buenos Aires: “c´est un plaine, repetía. Luego agregó por cortesía: “Iré a verla”; y yo pensé, entre mí; “La miraras, pero no la verás””.
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