miércoles, 24 de julio de 2013

Correspondencia: Nicolás Peyceré sobre Las reliquias

Diego, Antes leí una crítica de Ñ. Después recibí tu libro. Lo leí, veces. Lo puse entre mis libros de cabecera. Note preliminari, quattro nonni appresso, guerra Austria-Italia. Sigue, Parténope, Nápoles, Parthénos, virgen matada por Ulises que se arrojó al mar y llegó a la costa de Campania. Al sur del golfo está Salerno, primera escuela de medicina de Europa (S. XIII) , en sus alrededores nacieron los abuelos de la parte de mi madre, y muchos tíos y primos que emigraron a la Argentina. Yo a mis treinta años viví un año en Roma, otra vez unos días en Venecia y tres meses en Torino. Estudiaba y vagaba. Tu libro de varios modos me emocionó. Me hizo volver a esos tiempos. Me volvió a los escritores italianos que amé. A la historia de Italia con cariño. Volví a Eugenio Montale, que quiero. A la retaguardia del frente italiano donde estuvo preso (1° guerra) el artillero austríaco Wittgenstein, y donde escribió las primeras sentencias en un cuaderno de filosofía. Volví a ese labriego que dejó a Dido para inventar a Roma. Tú eres un labriego, de una tierra caliente, de un Sorrento y otras ciudades, de una literatura. Un italiano, oculto en la extranjería de Buenos Aires. Lo sé, algunos varones migrantes, guardan como reliquias, su poesía. Tu poesía tiene metáforas inteligentes, también una brevedad, una dicción directa, casi epistolar. También usas unas frases muy simples, es decir muy sabias, Así, después de la desolazione de Montale, paralelamente escribís, Miramos desde el barco una ciudad barrosa. Siempre hay una ubicación de la simpleza que enuncia, lo inesperado. Seguiría conversando, lo haremos en algún encuentro. Gracias, Diego.