domingo, 28 de julio de 2013

"El teatro del misterio"

Por Diego Bentivegna, en Tiempo argentino
(domingo 28 de julio de 2013).Un ojo puede ser, a veces, el producto de un trazo, algo que se relaciona con lo cortante, como dice Bataille en un ensayo que dedica al órgano ocular. Es ese trazo, ese corte, lo que nos asalta cuando vemos el lugar vaciado del ojo en una de las calabazas que en las tradiciones nórdicas se iluminan con velas en la "noche de brujas". Una calabaza, si se la trabaja con precisión, si se la vacía con ternura, si se la seca con dedicación, puede volverse un objeto diferente: una cabeza que se forma, tan sólo, a través de un ejercicio de extracción (hay que sacarle la pulpa, retirarle todas las semillas) y que traza un esquema abstracto que no remite a ninguna cara en particular porque puede ser la de cualquiera. Al fin y al cabo, hasta bien entrado el siglo XIX, cuando se produce la difusión de los espejos portátiles, las personas, en su mayoría, ignoraban sus propios rasgos, solo veían los rostros de sus semejantes. Si en la calabaza festiva no hay plenitud del rostro, es, probablemente, porque en sus huecos no hay mirada posible. La calabaza teatraliza el misterio del ojo como órgano. No es más la masa cristalina, blanda, blanca, en la que cualquier coloración parece posible (ojos verdes, negros, turquesas): es un corte puro sobre una superficie vegetal. Quizá, más que señalar al rostro, la calabaza remita más bien a aquello que lo sostiene pero que al mismo tiempo lo niega. No ya semillas, sino osamenta; no ya calabaza, sino calavera; no ya la fiesta de las brujas celta sino el culto mexicano de los muertos. D.Bentivegna es ensayista, poeta y traductor.