Venecia. Vuelven de pronto a mi cabeza las mañanas de frío mientras cruzaba caminando los canales para llegar a horario a las clases de Severino, en la otra punta, casi sobre el canal de la GIudecca. Vuelven de pronto los gritos de los vendedores de pescados o el din don de las las campanas, esas campanas de las que hablaba Luigi Nono, un sonido que casi podía tocarse en la caja de resonancia de la laguna. Había un fragmento de un documental sobre Nono en el que el compositor habla de la resonancia de esos sonidos. Un documental que vi una noche de Navidad, a las tres de la mañana, de regreso a mi casa después de los festejos, en una noche de calor y de resaca. Esa misma semana fui a Towers Records, una gloria, en Cabildo y Juramento, donde pasábamos horas, y conseguí la cajita con los dos cds de Prometeo.
"si no hay perturbación, no corresponde que haya deseo de conservarse ni temor de perderse".
jueves, 3 de julio de 2025
Venecianas
Esas campanas de las que hablaba Nono son las que vuelven todo el tiempo, cuando las escuchamos con Nica a la distancia, en Youtube. Tragedia de la escucha, como en el Prometeo montado por él y por Cacciari.
¿Se puede volver a esos lugares?
La vulgaridad de haber transformado a Venecia en una versión degradada de Miami o de Las Vegas -esos lugares que son las mecas del consumismo argentino- con los modelos de riqueza y de aparente belleza: todo muy grotesco, todo muy desagradable, todo muy primitivo. No en vano una figura como Messi, el equivalente de la IA en el fútbol, termina sus días en esas ciudades mortuorias, chapoteando en el plástico y en los plasmas. Es una vulgaridad que no debería leerse sino en relación con el exterminio programático (Gaza), la política de la agresión y de la muerte y los discursos el odio. Como decía Gramsci, hay que insistir en la conexión de los problemas. Tal vez hoy más que nunca.
30.06.25