Son palabras hermosas que me hacen bien. Abrazos.
Tres son las palabras que organizan las contribuciones que Diego Bentivegna, con una generosidad que no nos cansaremos de agradecerle, ha reunido en Paisaje oblicuo, un libro de intervenciones a la vez estéticas, pedagógicas y políticas: “Desdoblamiento”, “Discontinuidad” y “Desvío”. Si alguna verdad se deja leer en esa serie (además de la repetición de la inicial del propio nombre), esa verdad tiene que ver con la historia y sus efectos en la marea de discurso que reconocemos como nuestro presente (y es precisamente eso lo que hace del libro de Bentivegna un aporte decisivo a los debates actuales en los que, lo queramos o no, nos vemos involucrados). Formado en el campo de los estudios literarios, Bentivegna sabe que, porque no hay autonomía de las bellas letras (y, sobre todo, porque está bien que no la haya), todo merodeo textual supone, al mismo tiempo, una escena de inmersión en los laberintos de la filosofía y una escena de combate en el pozo sin fondo de la política. Pensar, lo que se llama pensar, nunca significó otra cosa. Con Paisaje oblicuo (que además de tantas otras cosas es también un libro de la vida), Diego Bentivegna devuelve el pensamiento al alto lugar que la vulgaridad de nuestra época había pretendido usurparle.
Daniel Link
Daniel Link