"Tomamos prestadas estas reflexiones de Mijail Bajtin quien,
a su manera, hace de la multiplicidad y de sus modalidades
de acción una apuesta política fundamental. Al mismo tiempo
que construye, a diferencia de la lingüística y de la filosofía
del lenguaje, una «ciencia de las singularidades», es
decir, una teoría «para abordar una individualidad en absoluto
reproducible como enunciado», muestra cómo el terreno
de la expresión es el lugar de una lucha, de un enfrentamiento
entre fuerzas sociales y políticas por las modalidades
de constitución y de organización.
Esta lucha puede ser definida como lucha entre el plurilingüismo
y el monolingüismo. Según Bajtin, la creación
diferencial de los agenciamientos de enunciación está animada
por fuerzas sociales y políticas que apuntan a la polifonía
y la creación de nuevas posibilidades semánticas, en lo
que él llama el plurilingüismo. Por el contrario, las prácticas
de información y de la comunicación están constituidas por
fuerzas que apuntan a la unificación, la centralización, la
homogeneización, la destrucción de la multiplicidad y de la
heterogeneidad de las palabras, de las lenguas, de las semióticas,
en lo que él llama monolingüismo. Hay que entender
entonces por monolingüismo y por plurilingüismo dos formar
diferentes de pensar y de actuar sobre la expresión de
una misma lengua o de un mismo régimen de signos.
¿Cómo se manifiestan las fuerzas que tienden al monolingüismo?
A través de la producción de normas lingüísticas.
Ahora bien, las «normas lingüísticas no son un imperativo
abstracto»,3 no son sólo represivas. Son fuerzas creativas de
la vida del lenguaje, pero de un lenguaje unificado, que
«trasciende el plurilingüismo». Crean, en el interior de una
«lengua nacional multilingüe, el núcleo lingüístico duro y
resistente del lenguaje literario oficialmente reconocido, o
bien defienden ese lenguaje ya formado contra el impulso de
un plurilingüismo creciente."
Maurizio Lazzarato, Por una política menor, Madrid, Traficantes de sueños, 2006.
Trad: P. Rodríguez.