"Había en la polvareada algunas euforbias y unas pocas tunas, y un árbol majestuoso entre cuyas ramas se suspendía un desproporcionado falansterio. Lo hice bambolear con un empujoncito con mi dedo, imprudentemente, preso de la curiosidad, y huyeron del nido, gritando como locos, cien papagallos, que se evaporaron en lo alto como una maravillosa nube de banderas."
Ibid., p. 734.