"si no hay perturbación, no corresponde que haya deseo de conservarse ni temor de perderse".
martes, 26 de diciembre de 2006
Un poema de Amelia Rosselli
El don de Dios. La Virgen que escribe. La pena de los pajaros. El agrio murmullo campesino. En fin, un poema de Amelia Rosselli extraído de Variazioni belliche (1964).
Después del don de Dios sucedió el renacer. Después de la paciencia
de los sentidos cayeron todas las jornadas. Después de la tinta
china renació un elefante: la alegría. Después de la alegría
descendió el infierno después el paraíso el lobo de la cueva. Después
del infinito sucedió el torneo. Pero cayeron las luces y se alimentaron
las bestias, y la lana fue preparada y el lobo devorado.
Después del hambre nació el niño, después del tedio
escribió sus versos el amante. Después del infinito cayó el torneo
después de la cabecera creció la tinta. Cálidamente protegida
escribió la Virgen sus versos: le contestó Cristo moribundo
¡no me toques! Después de sus versos el Cristo devoró la pena
que lo afligía. Después de la noche cayeron todos los sostenes
del mundo. Después del infierno nació el hijo ávido por
distinguirse. Después del tedio rompía el silencio el agrio
murmullo de la campesina que buscaba el agua en el pozo
demasiado profundo para sus brazos. Después del agua
que descendía delicada por los costados de su cuerpo inmenso, nació
la hijita con el corazón devastado, nació la pena de los pájaros,
nació el deseo y el infinito que no se reencuentra si
se pierde. Esperanzados nos movemos hasta que el fin pesque
algún alma servil.
Trad: D. Bentivegna