domingo, 26 de abril de 2020

Extractos de la peste XXXII: Ilíada, las flechas de Apolo



Luego se sentó lejos de las naves y arrojó con tino una saeta;
y un terrible chasquido salió del argénteo arco.
Primero apuntaba contra las acémilas y los ágiles perros;
mas luego disparaba contra ellos su dardo con asta de pino
y acertaba; y sin pausa ardían densas las piras de cadáveres.
Nueve días sobrevolaron el ejército los venablos del dios,
y al décimo Aquiles convocó a la hueste a una asamblea:
se lo infundió en sus mientes Hera, la diosa de blancos brazos,
pues estaba inquieta por los dáñaos, porque los veía muriendo.
Cuando se reunieron y estuvieron congregados, ^
levantóse y dijo entre ellos Aquiles, el de los pies ligeros:'
«¡Oh Atrida! Ahora creo que de nuevo a la deriva
regresaremos, en caso de que escapemos de la muerte,
si la guerra y la peste juntas van a doblegar a los aqueos.
Mas, ea, a algún adivino preguntemos o a un sacerdote
o intérprete de sueños —que también el sueño procede de Zeus—
que nos diga por lo que se ha enojado tanto Febo Apolo,
bien si es una plegaria lo que echa de menos o una hecatombe,
para ver si con la grasa de carneros y cabras sin tacha
se topa y entonces decide apartar de nosotros el estrago.»
Tras hablar así, se sentó; y entre ellos se levantó
el Testórida Calcante, de los agoreros con mucho el mejor,
que conocía lo que es, lo que iba a ser y lo que había sido,
y había guiado a los aqueos con sus naves hasta Ilio
gracias a la adivinación que le había procurado Febo Apolo.
Lleno de buenos sentimientos hacia ellos, tomó la palabra y dijo:
«¡Aquiles! Me mandas, caro a Zeus, declarar
la cólera de Apolo, el soberano flechador.
Pues bien, te lo diré. Mas tú comprométete conmigo, y júrame
que con resolución me defenderás de palabra y de obra,
pues creo que.voy a irritar a quien gran poder sobre todos
los argivos ejerce y a quien obedecen los aqueos.
Poderoso es un rey cuando se enoja con un hombre inferior:
incluso si en el mismo día digiere la ira,
mantiene el rencor aún más tarde, hasta satisfacerlo,
en su pecho. Tú explícame si tienes intención de salvarme.»
En respuesta le dijo Aquiles, el de los pies ligeros:
85 «Recobra el buen ánimo y declara el vaticinio que sabes.
Pues juro por Apolo, caro a Zeus, a quien tú, Calcante,
invocas cuando manifiestas vaticinios a los dáñaos,
que mientras yo viva y tenga los ojos abiertos sobre la tierra,
nadie en las cóncavas naves pondrá sobre ti sus manos pesadas
90 de entre todos los aqueos, ni aunque menciones a Agamenón,
que ahora se jacta de ser con mucho el mejor de los aqueos.»
Y entonces ya cobró ánimo y dijo el intachable adivino.
«Ni es una plegaria lo que echa de menos ni una hecatombe,
sino que es por el sacerdote, a quien ha deshonrado Agamenón,
 que no ha liberado a su hija ni ha aceptado el rescate,
por lo que el flechador ha dado dolores, y aún dará más.
Y no apartará de los dáñaos la odiosa peste,
hasta que sea devuelta a su padre la muchacha de vivaces ojos
sin precio y sin rescate, y se conduzca una sacra hecatombe
loo a Crisa; sólo entonces, propiciándolo, podríamos convencerlo.»
Tras hablar así, se sentó; y entre ellos se levantó
el héroe Atrida, Agamenón, seflor de anchos dominios,
afligido: de furia sus negras entrañas a ambos lados muy
llenas estaban, y sus dos ojos parecían refulgente fuego,
ios A Calcante en primer lugar dijo, lanzando malignas miradas:
«¡Oh adivino de males! Jamás me has dicho nada grato:
siempre los males te son gratos a tus entrañas de adivinar,
pero hasta ahora ni has dicho ni cumplido una buena palabra.
También ahora pronuncias ante los dáñaos el vaticinio
no de que por eso el flechador les está produciendo dolores,
porque yo el espléndido rescate de la joven Criseida
no he querido aceptar; pero es mi firme voluntad tenerla
en casa; pues además la prefiero antes que a Clitemnestra,
mi legítima esposa..."




Extracto del Canto I de La Iíada, versión castellana de Emilio Crespo Güemes, Madrid, Gredos, 1991.